“Para ver llover desde adentro sin mojarse”

Un análisis de los fundamentos de la política de vivienda rural en Uruguay

“To see it rain from the inside without getting wet”: An analysis of the foundations of rural housing policy in Uruguay

 

Virginia Martínez Coenda

Grupo de Evaluación de Políticas de Vivienda Social, Instituto de Tecnologías, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad de la República, Uruguay

 

 

Resumen

El Movimiento para la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir) es el organismo nacional abocado a atender la problemática de la vivienda de los trabajadores rurales en Uruguay. El objetivo del presente trabajo es analizar críticamente los dos elementos centrales que organizaron el discurso fundacional de dicho organismo: 1) la consideración de las viviendas de barro y paja –usualmente agrupadas bajo la idea de “rancheríos”–como un tipo de habitación insalubre y 2) la postulación del carácter altruista de su fundador –Alberto Gallinal Heber– como móvil principal para crear Mevir y desplegar allí su accionar en materia de vivienda rural. Metodológicamente, en el marco de un abordaje de tipo cualitativo, se optó por un estudio de caso, utilizando las técnicas de análisis documental y entrevistas en profundidad. La perspectiva decolonial por un lado y de los estudios sociales de la tecnología por el otro, orientan teóricamente el trabajo. La principal conclusión es que, por fuera de los discursos oficiales, ninguno de los dos fundamentos se verifica empíricamente. Es decir, las “memorias otras” en torno a las viviendas de barro y paja recreadas a partir de esta investigación, como así también la revisita a la biografía de Gallinal Heber, introducen elementos que agrietan las nociones de insalubridad y de altruismo, permitiendo elaborar una mirada más compleja sobre Mevir, sus fundamentos y sus intervenciones.

Palabras clave: Mevir, insalubridad, altruismo, discursos

 

Abstract

The Movement for the Eradication of Unhealthy Rural Housing (Mevir, in its Spanish acronym) is the national agency dedicated to addressing the housing problem of rural workers in Uruguay. The objective of this work is to critically analyze the two central elements that organized the founding discourse of that organism: 1) the consideration of mud and straw houses –usually grouped under the idea of “rancheríos”– as an unhealthy type of housing and 2) the postulation of the altruistic character of its founder –Alberto Gallinal Heber– as the main motive for creating Mevir and deploying its actions in rural housing there. Methodologically, within the framework of a qualitative approach, a case study was chosen, using the techniques of documentary analysis and in-depth interviews. The decolonial perspective on the one hand and the social studies of technology on the other, theoretically guide the work. The main conclusion is that, outside of official speeches, neither of the two foundations is verified empirically. In other words, the “other memories” around the mud and straw houses recreated from this research, as well as the revisit to Gallinal Heber’s biography, introduce elements that break the notions of unhealthiness and altruism, allowing to elaborate a more complex look at Mevir, its foundations and its interventions.

Keywords: Mevir, unhealthy, altruism, speeches

 


1. Introducción

Para ver llover desde adentro sin mojarse” es el lema del Movimiento para la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir), organismo nacional abocado a atender la problemática de la vivienda de trabajadores rurales en Uruguay. Mevir fue creado en 1967 a instancias de Alberto Gallinal Heber, un estanciero influyente de la época. Desde su nacimiento, la institución tuvo por objetivo central “la construcción de viviendas higiénicas que sustituyan las habitaciones insalubres existentes en el medio rural y aledaños de las poblaciones urbanas del interior” (Ley 13.640).

Más allá de las transformaciones que ha transitado Mevir, producto de los cambios en su contexto de actuación como de las diferentes estrategias de sus conducciones políticas, hay dos fundamentos centrales de la institución que se mantienen vigentes desde su creación hasta la actualidad. El primero es la consideración de las viviendas de barro y paja –usualmente agrupadas bajo la idea de “rancheríos”– como un tipo de habitación insalubre que induce una serie de enfermedades, principalmente la del Chagas, y que como tal debe ser erradicada y sustituida por una vivienda higiénica. El segundo es la postulación del carácter altruista de su fundador como móvil principal para crear Mevir y desplegar allí su accionar en materia de vivienda rural.

Adolfo Garcé escribió, en una publicación realizada para conmemorar los 50 años de Mevir, que “el visceral compromiso social con la miseria de los más olvidados por las políticas públicas del generoso –pero demasiado urbano– estado de bienestar uruguayo es el alma que mueve al cuerpo de Mevir” (2017, p. 10). El propósito de este trabajo es iluminar otros motivos que, siguiendo con la metáfora, mueven al cuerpo de Mevir. Para ello, realizaré una lectura crítica de los fundamentos que delinearon el discurso original de la institución, a partir de elementos provenientes del trabajo de campo realizado en mi proyecto de investigación posdoctoral.1 De manera especial, me interesan los matices y las interpelaciones que introducen estos elementos –generalmente ignorados en la “historia oficial” de Mevir– a las ideas de insalubridad y de altruismo previamente mencionadas.

Se trata, entonces, de un análisis histórico puesto que nos remite al discurso fundacional de Mevir a fines de los 60 (especialmente a las condiciones de producción de ese discurso) como así también a los contradiscursos o “memorias otras” que disputan la hegemonía de aquel. Es decir, me pregunto cuáles fueron las condiciones que permitieron que el principio de la insalubridad de la vivienda rural y del altruismo de Gallinal Heber se impusieran como el relato oficial de la génesis de Mevir y, a la vez, qué otros discursos existían en aquel momento sobre esos mismos asuntos, que quedaron desestimados de dicho relato.

Sin embargo, me interesa señalar que también es parte de las motivaciones de este trabajo dar cuenta de la vigencia de esos fundamentos. Siendo “la historia una poderosa herramienta para comprender la realidad actual” (Piñeiro y Moraes, 2008, p. 5), privilegié una interpretación histórica de Mevir que contribuya a comprender la actualidad de la institución y que habilite una revisión de sus bases de actuación y de los instrumentos diseñados para operativizarlas. Esta revisión parece viable en el contexto actual en el que Mevir se propone “continuar las reexiones que problematizan algunas verdades sobre las que se ha sustentado buena parte de las definiciones políticas que conformaron la cultura institucional (Mevir, 2020a, p. 78).

La perspectiva decolonial por un lado y de los estudios sociales de la tecnología por el otro, orientan teóricamente el trabajo. Ambas tienen la potencia de iluminar una serie de interrogantes en torno a dos grandes ideas que generalmente no son leídas en sus dimensiones problemáticas: el progreso y la tecnología. Por fuera del pequeño círculo de los estudios críticos sobre estas temáticas, ambas ideas se encuentran plenamente vigentes –y prácticamente incuestionadas– en los discursos públicos dominantes, de manera que insistir en su problematización es aún una tarea necesaria y este trabajo pretende aportar a ella.

En el primer apartado, presento los elementos principales del abordaje metodológico: perspectiva, técnicas y caso de estudio. En el segundo apartado, expongo las premisas teóricas de la investigación –que ya fueron mencionadas precedentemente– desde las que formulo las preguntas y realizo el análisis. En el tercer apartado, avanzo en el análisis del caso de estudio, sobre la base de los emergentes del trabajo de campo. Por último, en las conclusiones, hago hincapié en las posibilidades transformadoras que habilita la revisión histórica de los fundamentos de Mevir, para imaginar nuevas intervenciones estatales en materia de vivienda rural.

 

2. Abordaje metodológico y caso de estudio

El presente trabajo se enmarca en el campo de las metodologías cualitativas y, dentro de ellas, en el estudio de caso. Un caso de estudio es un recorte empírico y conceptual de la realidad social que “puede estar constituido por un hecho, un grupo, una relación, una institución, una organización, un proceso social, o una situación o escenario específico” (Neiman y Quaranta, 2006, p. 218). En esta investigación, el caso de estudio es Mevir y el objeto de indagación son sus fundamentos.

Desde el inicio, el público objetivo de la política de Mevir son los asalariados rurales. Su programa principal es el Plan de Viviendas Nucleadas, que consiste en construir conjuntos de viviendas de materiales industriales en pequeños poblados del interior por medio del método de la ayuda mutua, que supone el aporte obligatorio de 96 horas semanales por núcleo familiar en el proceso de construcción. En 1994 se amplía el público objetivo hacia pequeños productores rurales y se incorpora el Plan de Unidades Productivas, que supone la construcción o mejora de viviendas e infraestructura productiva, también con materiales industriales, en el medio rural disperso (Ley 16.690). A partir del 2015, en el marco de una reformulación institucional que dio lugar a los Planes Integrales de Proyectos Locales, se amplía nuevamente el público objetivo hacia el sector más vulnerable de la población rural2 y nuevas intervenciones se suman a la cartera de ofertas de Mevir (Balarini, 2017). Actualmente, Mevir lleva realizadas 40.843 soluciones habitacionales, las cuales se encuentran distribuidas en todos los departamentos del país, consolidando una amplia cobertura nacional (Figura 1).


 

 

Mapa

Descripción generada automáticamente

Figura 1. Intervenciones de Mevir por departamento. Sitio web de Mevir. Recuperado de http://www.mevir.org.uy/index.php/mevir-en-el-territorio .


Mapa

Descripción generada automáticamente

Figura 2. Mapa microrregiones de Canelones. La del Santoral es la M2 que abarca a los municipios de San Antonio, San Bautista, San Ramón y Santa Rosa. Sitio web de la intendencia de Canelones. Recuperado de https://www.imcanelones.gub.uy/es/conozca/departamento/datos-estadisticos

 


Las técnicas de investigación utilizadas para llevar adelante el estudio de los fundamentos de Mevir fueron el análisis documental y las entrevistas en profundidad. En ese sentido, el corpus de análisis estuvo compuesto por: a) documentación pública, que incluye leyes, reglamentos e informes producidos principalmente por Mevir y b) entrevistas en profundidad realizadas a nueve trabajadores de Mevir, de distintas áreas, cargos y jerarquías.

Ahora bien, el estudio de los fundamentos de Mevir implica indagar no sólo en los agentes estatales, sino también en otros actores sociales vinculados y afectados por la institución, especialmente si el interés de la investigación radica en explorar los discursos “no oficiales” en torno a los principios del organismo. En ese sentido, es importante destacar las entrevistas en profundidad realizadas a seis personas incluidas en el Plan de Viviendas Nucleadas de Mevir, que se agregan al corpus de análisis previamente mencionado.

Dadas las limitaciones temporales, económicas y sanitarias de la investigación,3 fue necesario establecer un recorte geográfico que circunscribió el trabajo de campo a la microrregión del Santoral en el departamento de Canelones (Figura 2). Esto se explica no sólo por la accesibilidad al territorio, sino que, fundamentalmente, porque las intervenciones de Mevir en esa región son en su mayoría recientes (desde la década del 90). Esto permitió entrevistar a personas que, habitando actualmente en viviendas del plan de Mevir, vivieron anteriormente en casas de barro y paja, para contrastar así sus memorias en relación a este tipo de viviendas con las representaciones de las mismas en los discursos oficiales.

Es importante señalar que no existe pretensión ni posibilidad de universalizar los resultados obtenidos en esta investigación, pues los estudios de caso se caracterizan por poner el énfasis en la profundización del caso seleccionado y no en la generalización de sus resultados (Blasco, 1995). La virtud de este tipo de abordaje metodológico se encuentra en su potencial de “generar nueva teoría” (Neiman y Quaranta, 2006, p. 231), a partir de la revisión de conceptos existentes y de la creación de nuevos. Así, se genera un proceso de complementariedad con investigaciones que, utilizando metodologías de mayor alcance poblacional, toman estos nuevos o revisados conceptos para aplicarlos, ponerlos a prueba y cuestionarlos, en una retroalimentación que resulta fructífera para la producción de conocimiento.

 

3. Puntos de partida teóricos

En escritos anteriores, tanto individuales como colectivos, he trabajado la articulación entre la perspectiva decolonial y los estudios sociales de la tecnología aplicada a la comprensión de fenómenos socio-habitacionales.4 Es por eso que no desarrollaré aquí de forma amplia este planteo teórico, sino que referiré a formulaciones específicas en línea con los objetivos establecidos para este trabajo. Me refiero, por un lado, a la crítica de la alianza entre vivienda-higiene-progreso que denuncia la mirada decolonial y, por otro lado, al cuestionamiento de la alianza entre vivienda-tecnología-neutralidad que habilitan los estudios sociales de la tecnología.

 

3.1. Higienizar para progresar

El propósito que plantea Mevir de mejorar las condiciones higiénicas y de vida en general de los trabajadores rurales a partir de la sustitución de sus viviendas vernáculas por otras de materiales industriales se inscribe en un objetivo institucional más abarcativo: “contribuir al desarrollo integral del país” (Mevir, sección “Sobre Mevir”, el resaltado es mío). Esto es interesante de destacar debido al peso histórico del concepto de desarrollo.

El discurso presidencial de Harry Truman de 1949 en Estados Unidos, en el que por primera vez define a los países más pobres del mundo como subdesarrollados, suele usarse para datar el inicio –o la invención en términos de Arturo Escobar (2014)– del “desarrollo”. Este fue progresivamente consolidándose como un metadiscurso de alcance global que comenzó a organizar prácticamente todas las experiencias del mundo. Tal llegó a ser su omnipresencia que,

aun quienes se oponían a las estrategias capitalistas del momento se veían obligados a expresar sus críticas en términos de la necesidad del desarrollo, a través de conceptos como ‘otro desarrollo’ o ‘desarrollo participativo’. (…) Podía criticarse un determinado enfoque, y proponer modificaciones o mejoras en concordancia con él, pero el hecho mismo del desarrollo y su necesidad, no podían ponerse en duda. (Escobar, 2014, p. 51)

Fue así que el desarrollo se constituyó como un mandato ineludible en el imaginario social que prometía como lugar de llegada al progreso. El camino obligado para todas las sociedades pasó a ser, entonces, desarrollarse para progresar.

Es recién para la década del 70 –y más fuertemente en los 80– que ingresan en la agenda pública distintas miradas críticas del desarrollo para cuestionar sus supuestos beneficios, entre ellas, la perspectiva decolonial. Su argumento central es que el proyecto del desarrollo no trae nuevas (ni buenas) noticias, sino que viene a reafirmar la histórica división mundial entre el norte y el sur global (Sousa Santos, 2009), en la que cada parte tiene –como siempre lo tuvo desde la colonización– un rol específico y desigual en la dinámica socioeconómica mundial.5 De esta manera, la relación de dominación colonial –iniciada en la primera expansión europea del año 1492– se actualiza bajo otras nomenclaturas: colonias y metrópolis pasaron a llamarse países del tercer mundo y del primer mundo o subdesarrollados y desarrollados, respectiva-mente.

Lo que ilumina este planteo es el lado sacrificial y violento de la dupla desarrollo-progreso, sistemática e interesadamente ocultado en sus versiones romantizadas. La posibilidad de disimular este “lado oscuro” (Mignolo, 2017) se da, entre otros motivos, por los mecanismos de dominación simbólica operados en la mundialización del desarrollo, más sutiles que la violencia directa perpetuada en los procesos de colonización de antaño. Para los fines de este trabajo, me interesa puntualizar en uno de esos mecanismos simbólicos: la clasificación de “insalubre” a todo aquello que estorba en la carrera hacia el progreso y que, como tal, es preciso erradicar. Para que esta clasificación sea socialmente aceptada, precisa de la validación de un discurso legitimado, para el caso, la medicina y, específicamente, su versión higienista.

El higienismo, que aterriza en América Latina hacia fines del siglo XIX, es un movimiento liderado por profesionales de la medicina, aunque compuesto también por otros intelectuales y políticos, que plantea como principal medio de integración social a la higiene. La higiene es entendida en ese contexto como una rama de la medicina interesada en conservar la salud y prevenir las enfermedades. Al plantear que las condiciones del medio físico y social en el que viven las personas son un aspecto crucial en la atención de la salud, el higienismo excedió rápidamente los ámbitos de regulación estrictamente médicos, para pasar a organizar una racionalidad general de intervención estatal sobre diversos dominios públicos, incluyendo la vivienda. Es así que el higienismo se convirtió en el principal dispositivo de regulación de la vivienda obrera, determinándola como un espacio de inscripción de “lo limpio” y “lo sucio” (Pereyra y Quevedo, 2020).

Tal como planteara Luis Acosta en su estudio acerca del papel del higienismo en la génesis del Servicio Social en Uruguay, no es arbitrario que la higiene constituya una de las estrategias de legitimación del discurso del desarrollo, puesto que ya desde principios del siglo XX fue a través de los inspectores sanitarios como de los hospitales que se transmitían pautas culturales y normas morales modernas: “la higiene es la moral laica, o como decía un médico de la época: gobernar es como higienizar” (2000, p. 9). Es decir que la mirada higienista de las políticas orientadas al desarrollo en Uruguay, como es el caso de Mevir, continúa con aquella tradición histórica que comenzó a forjarse a fines del siglo XIX, retomando sus postulados sanitaristas e inscribiéndolos en la narrativa del progreso.

 

3.2. La vivienda como artefacto político

Si la perspectiva decolonial viene a imprimirle un gesto politizante a los conceptos de desarrollo y progreso, los estudios sociales de la tecnología realizan lo propio con los procesos y artefactos tecnológicos, incluyendo en estos últimos a la vivienda. Es interesante notar que ambas perspectivas críticas, tanto del desarrollo como de la tecnología, surgen de manera más o menos simultánea. Esto es entendible considerando el papel central de la tecnología para alcanzar la meta del progreso. En el discurso de Truman previamente citado, el mandatario estadounidense planteaba que: “producir más es la clave para la paz y la prosperidad (…) y la clave para producir más es una aplicación mayor y más vigorosa del conocimiento técnico y científico moderno” (Truman en Escobar, 2007, p. 19).

En este contexto discursivo, la tecnología es presentada como algo neutro, pasible de ser aplicada para distintos fines; es decir, la tecnología no sería “buena” o “mala” en sí misma, sino que dependería de cómo es aplicada. No obstante, los estudios críticos de la tecnología vienen a poner en el centro de sus cuestionamientos a dicha neutralidad. Dentro de estas perspectivas, me interesa referir a la teoría del actor-red (Latour, 2008) que convoca a pensar que, luego de producidos, los artefactos tecnológicos se agencian para provocar efectos reguladores sobre las prácticas sociales. Suele suceder que, una vez que los artefactos pasan a ser parte del paisaje material de un lugar, tienden a ser leídos como despojados de su facultad de regular la vida social, como inocuos, como apolíticos (Winner, 1987; Latour, 2008).

Lo que ilumina este planteo es la politicidad de la tecnología y, para lo que aquí nos ocupa, del artefacto-vivienda. La supuesta neutralidad de la tecnología puede asumir, como lo hace en nuestro caso de estudio, la forma del altruismo. Este, planteado desde una hipotética posición de desinterés propio en pos de un beneficio ajeno, ocluye la observación de la dimensión política de la cuestión. De allí que desplazar la discusión acerca de la vivienda rural hacia la arena de lo político nos presenta la pregunta por los intereses puestos en juego en su diseño y construcción, por aquello que este artefacto habilita y, sobre todo, por las prácticas que obtura y las identidades que censura.

Tal como plantea Raúl Fernández Wagner en su historización de las políticas de vivienda social en América Latina, las iniciativas promovidas en el período de la posguerra de erradicación de “viviendas insalubres” y su reemplazo por “viviendas modernas”:

se desarrollarán en América Latina en un marco de gobiernos autoritarios (democráticos o militares) que sobre la base de una planificación centralizada y disposición de mecanismos de control social (papel que en cierta medida la “vivienda social” cumplía) se asentarán en un complejo entramado de intereses. La “vivienda social” como dispositivo político (el clientelado) y la “vivienda social” como dispositivo económico (el lobby empresarial). (2007, p. 5)

Son estas interpretaciones de la vivienda social –en tanto artefacto tecnológico y objeto de intervención estatal– que nos permiten hipotetizar sobre los intereses políticos, electorales, económicos, morales que “mueven el cuerpo” de Mevir, constituyéndolo como un dispositivo de regulación social. Su peculiar configuración jurídica (persona pública de derecho privado) es sugerente respecto de estos intereses diversos que convergen en el organismo, lo cual torna especialmente interesante su indagación.

 

4. Emergentes del trabajo de campo

4.1. Más allá de la insalubridad: “memorias otras” sobre la vivienda rural6

Hay un pedazo en el mundo,

de tierra que yo no olvido

Juan Pedro López, s.f.

 

La interpretación de la vivienda rural (generalmente construida a base de barro y paja) como forma de habitación insalubre está en la génesis de Mevir y sigue vigente hasta la actualidad. En la última memoria quinquenal de la institución, esta vigencia queda de manifiesto cuando se define a los asentamientos irregulares rurales como “la versión actual de lo que históricamente fue denominado rancheríos o pueblos de ratas” (2020, p. 36). A la hora de puntualizar las características de las viviendas que conforman dichos asentamientos, este documento focaliza únicamente en lo que considera sus aspectos negativos, incluida su “materialidad precarizada en paramentos, techos y pisos (terrón, paja, chapa o materiales adecuados pero en pésimo estado de conservación)” (p. 37).

Tal como fue presentado en el apartado sobre el higienismo, los discursos sanitaristas son parte del esfuerzo estatal “civilizatorio” que, además de curar, difunden una forma de vida y de vivienda específica (urbana), en sintonía con los parámetros morales, económicos y estéticos del desarrollo y del progreso. Este planteo movilizó la indagación, en el marco de esta investigación, por la existencia de otras formas de comprender a la vivienda rural que no estén necesariamente atadas a la idea de insalubridad. Antes de profundizar en ellas, es necesario subrayar que la visibilización de estas “memorias otras” no fue planteada aquí como un rescate fundamentalista o esencialista de una pretendida autenticidad cultural: más que como una exterioridad absoluta, dichas memorias son entendidas como formas intersticiales, híbridas que se ubican en el pliegue de lo tradicional y lo moderno (Castro Gómez y Grosfoguel, 2007).

Lo primero que es relevante mencionar en relación a estas memorias es que ninguna de las personas entrevistadas declaró que la Enfermedad de Chagas (u otras enfermedades) haya sido un tema de preocupación, para sus familias o personas cercanas, aun cuando había preguntas explícitamente dirigidas a esa temática. Esto es un punto destacable dado que la relación entre vivienda rural e insalubridad se anudó de manera central a esta enfermedad, tanto en Uruguay como en otros países del cono sur. Más allá de una serie de estudios relativamente recientes que ponen esto en cuestión (Mandrini, Cejas y Bazán, 2018: Rolón et al, 2016; Ríos Cabrera y Gillnessi, 1998), la asociación entre vivienda rural y Chagas sigue fuertemente arraigada, tanto dentro como afuera de la academia. A modo de ejemplo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud establecieron que “el Chagas es una enfermedad crónica que afecta a los sectores más vulnerables, rurales y pobres de la sociedad, a quienes deben ir dirigidas las acciones de prevención y promoción de la salud que también incluyen la erradicación de escuelas rancho, planes de vivienda con nuevos materiales, sustituyendo las viviendas rancho que acumulan las vinchucas” (OPS, 2017).

Ahora bien, es importante comprender que la impugnación de insalubridad a la vivienda rural excede lo que es estrictamente atinente a la relación entre los materiales de construcción y las enfermedades que pueden provocar, abarcando otros ámbitos y temas de la vida en el campo. Fue así que, en el contexto del fortalecimiento de los discursos sanitaristas del desarrollo, las preocupaciones públicas en torno a la vivienda rural se proyectaron hacia el modo de vida rural en general. Es en este sentido que Laura Sachetti y Marcela Belardo plantean que “el saber médico se convirtió en el modelo epistemológico hegemónico que rápidamente excedió el mundo de la enfermedad y se ofreció como pertinente para producir conocimientos acerca de la sociedad” (2015, p. 1245).

Para ello, el discurso sanitarista se alió de manera productiva a conceptos como inmoralidad, promiscuidad y precariedad. De manera que, tanto la vivienda rural como la vida que en ese espacio se desenvuelve, pasaron a configurar una escena de supuestas patologías (sanitarias, morales, materiales) que era necesario erradicar para “sanar” la nación y acercarla a la meta del progreso. Es expresiva de esta alianza conceptual el discurso de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay que señalaba, en 1950, “la ausencia absoluta de instrucción, educación e higiene” de la población rural (p. 5). En esa misma línea, Daniel Vidart, influyente intelectual de la época, definía a los rancheríos como un lugar donde “impera la ignorancia, la enfermedad y la corrupción moral” (1950, p. 7).

De allí que las “memorias otras” sobre la vivienda rural que indagué en esta investigación, refieren no sólo a la vivienda en un sentido estricto, sino al modo de vida a ella asociado. Sólo a fines analíticos y para facilitar la lectura, organicé los elementos vinculados a ese modo de vida en tres ejes. El primero de ellos refiere a la idea de seguridad. Es usual que los entrevistados recurran a la idea de seguridad para describir su vida en el campo. Esta seguridad suele estar vinculada a las nociones de tranquilidad, de silencio, de paz, de confianza en las personas cercanas. Pero también refieren a una seguridad económica, muchas veces planteada en términos alimentarios:

si pudiera volver al campo volvería, la gente en el campo vive económicamente bien, porque en el campo tenés todo, no tenés por qué pasar mal en el campo (…) con una planta de verduras, animales, gallinas, y si tenés vacas ordeñas vacas, haces el queso, todo. (Entrevista a C., adjudicataria de vivienda Mevir, 20207)

El segundo de ellos refiere al contacto cercano con la naturaleza: “lo que más extraño es andar a caballo, recorrer los campos, se extraña mucho eso (…) hasta la puesta de sol es distinta en el campo, el agua que bebes sacada del pozo, generalmente de cachimbas, el agua de la cachimba es invalorable” (Entrevista a F., adjudicatario de vivienda Mevir, 2020). Esa naturaleza es representada en términos espaciales como un lugar amplio donde se puede estar “suelto”: “yo me llevo bien con todos los vecinos, pero a uno criado en la campaña, salir y toparte con la casa del otro vecino, un terreno que pertenece a otro, y todo así, yo qué sé, para mí no es como en la campaña que tenés un árbol donde vos quieras, tenés una gallina suelta, tenés un chancho suelto, los perros andan sueltos” (Entrevista a F., 2020). A su vez, esa amplitud de los espacios abiertos tenía su correlato al interior de las casas, tal como relata una de las entrevistadas en relación al tamaño de los espacios de la vivienda de Mevir: “el tema era que yo no me encontraba entre cuatro paredes, tan chiquito, acostumbrada a aquellos ranchos tan grandes” (Entrevista a E., adjudicataria de vivienda Mevir, 2020).

El tercero de los elementos vinculados al modo de vida rural refiere a las fiestas y otros tipos de encuentros colectivos: “Fiestas criollas, jineteadas y cosas de esas, pialadas de novillos, jineteadas de novillos, jineteadas de caballos (…) Eran preciosas, a campo abierto eran vamos a decir, en medio de una esquina en el campo ahí se hacía un ruedo y ahí ya se jineteaba, largaban y la gente se arreglaba como podía (…) y se hacían bailes de noche, lo mismo que en el mes de junio, San Juan, que se hacía la hoguera, el primero que se hacía era San Antonio… San Antonio, San Juan y en el medio después San Pedro” (Entrevista a F., 2020).

En definitiva, lo que me interesa resaltar con estas memorias sobre la vivienda y la vida rural que se articulan sobre elementos que no son los usados en los relatos oficiales, es la fuerte presencia de la afectividad. Esto contrasta con los discursos hegemónicos que privilegian, tal como fue planteado, argumentos morales y técnico-sanitarios, que excluyen prácticamente cualquier discurso que transcurra por otros registros y que rememore otras vivencias. La negación de la dimensión afectiva y emocional de los fenómenos sociales que opera en los discursos estatales (y en los discursos científicos y técnicos que le dan base y los legitiman), es denunciada por distintos autores de la perspectiva decolonial (Castro Gómez, 2007; Cajigas-Rotundo, 2007), puesto que deja por fuera del acervo de conocimientos sociales a toda una gama de experiencias y saberes de actores diversos que no se articulan exclusivamente sobre la lógica de la racionalidad instrumental.


Imagen que contiene pasto, exterior, edificio, casa

Descripción generada automáticamente

Figura 3. Conjunto habitacional de Mevir en San Ramón. Fotografía tomada durante el trabajo de campo por Guillermo Garrido.

 


La relevancia de lo expuesto en este apartado radica en que interpela, el menos en dos sentidos, el concepto de insalubridad desde el cual se fundamentó (y se sigue fundamentando) el accionar de Mevir. En un primer sentido, porque debilita la asociación entre materiales vernáculos y enfermedades, particularmente la del Chagas. Si bien la metodología empleada en esta investigación no habilita una generalización de sus resultados, estos se suman a una creciente serie de estudios que demuestran que no existe relación automática entre los materiales de construcción y la probabilidad de propagar la Enfermedad de Chagas.

En un segundo sentido, porque cuestiona la amalgama culturalmente producida entre vivienda rural, trabajadores rurales, insalubridad, promiscuidad, precariedad, agrietando así la imagen de una vida rural únicamente definida desde sus aspectos negativos. Por esas grietas, se filtran los elementos que introducen estas “memorias otras” vinculados a la afectividad, ya sea en términos de seguridad, de naturaleza, de amplitud, de festividad. Paradójicamente, a pesar de la maquinaria cultural que insiste en leer a la vida y a la vivienda de los trabajadores rurales en términos de insalubridad, estas “memorias otras” evocan un recuerdo de “vida sana” asociada al campo. Como la expresara uno de los entrevistados con sencilla claridad: “era una vida tan sana, tan linda, yo qué sé, vivías enamorado” (Entrevista a F., 2020).


Imagen en blanco y negro de un periódico

Descripción generada automáticamente con confianza media

Figura 4. Recorte de una nota en homenaje a Gallinal Heber. Disculpe (29 de julio de 1987), p.12.

 


4.2. Más allá del altruismo: la politicidad de la vivienda rural

Pobre rancho como estás!

se va cayendo tu alero;

tan viejo y güen compañero,

de sueños quedaos atrás;

los dos estamos demás,

en este mundo mezquino

Roberto Coppari,1950

 

Así como la insalubridad de la vivienda rural constituye uno de los argumentos fundantes de Mevir, el carácter altruista de Gallinal Heber también delineó el relato oficial en torno a los orígenes de la institución. En el último aniversario del natalicio del fundador, Mevir publicó que: “el compromiso y fuerte solidaridad marcaron su paso por la vida, que se ve traducido en la creación de una obra social que tiene como objetivo el acceso a la vivienda y construcción de comunidad” (Mevir, 2020b). Por su parte, en la presentación de la colección del Archivo General de la Nación, que recopila documentación vinculada a Gallinal Heber, se lo define como un abogado que no ejerció su profesión “por el afán de mejorar los problemas sociales de la campaña uruguaya” y que “prefirió ser un servidor y luchar contra la miseria, el hambre, el analfabetismo y las enfermedades” (2007, p. 1-5).

Tal como fue planteado anteriormente, el altruismo y la benevolencia fueron muchas veces utilizados como formas de encubrir los intereses que movilizaron el impulso de desarrollos tecnológicos en el contexto de la posguerra. Si bien con el surgimiento de las perspectivas críticas de la tecnología, los beneficios de muchos “avances” tecnológicos han sido puestos en duda, la vivienda en tanto artefacto tecnológico no suele ser objeto de problematización en estos estudios.8 El planteo de los estudios sociales de la tecnología –y el escaso abordaje de la vivienda dentro de ellos– llevaron a preguntarme por los intereses puestos en juego en las viviendas construidas por Mevir.

Comencemos por recordar el contexto económico en el que nació dicha institución. El agotamiento del proceso de sustitución de importaciones a fines de los 60 dio lugar a una progresiva transición hacia un período de liberalización del mercado y de primarización de la economía nacional, que se consolidó en la década del 70 (Romero, 2004; Piñeiro y Moraes, 2008). El naciente modelo económico “tenía en el sector ganadero a su puntal de inserción internacional, a cuyo desempeño había que acomodar el resto de la estructura económica y social” (Bértola, 2015, p. 107). Esto probablemente explique el apoyo que dicho modelo tuvo de Gallinal Heber, quien era un “reconocido director de varias haciendas de la sucesión de sus padres, consideradas por su gran tamaño, por su alta calidad del ganado y por el volumen de su producción, como la organización más importante del Uruguay” (Archivo General de la Nación, 2007, p. 4).

Es en este contexto de repunte del sector ganadero en el que debe inscribirse históricamente la creación de Mevir. Precisamente, los primeros apoyos que logró Gallinal Heber para poner a funcionar a la institución, sobre todo a través de donaciones de terrenos, provinieron de otros estancieros cercanos a él. Este apoyo es razonable puesto que, siguiendo a Fernández Wagner, las políticas higiénico-habitacionales de esta época (promovidas tanto por sociedades filantrópicas que construían viviendas higiénicas como por fábricas que construían barrios obreros o villas industriales) garantizaban “la eficiencia de una fuerza de trabajo bien alojada” (2007, p. 3), indispensable para la acumulación de capital. Leyendo a David Harvey, Fernández Wagner plantea que es en este momento histórico que se inaugura “la producción del espacio como medio de reproducción capitalista” (2007, p. 3).

En esa misma línea, Álvaro López Gallero, en un estudio que coordina a fines de la década del 90 sobre la actuación de Mevir, expresó que: “en el medio rural, más que una acción caritativa, lo que ocurre es que el empleador busca arraigar la fuerza de trabajo por momentos escasa” (1998, p. 10). De hecho, un directivo de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), entrevistado en el marco de esta investigación, declaró que

el tema de la vivienda y de Mevir siempre ha sido una cosa que la [Asociación] Rural apoyó calurosamente desde el principio (…) porque no es sólo la erradicación del rancho que probablemente ya esté erradicado, es el acceso a la vivienda para que se pueda conformar una familia en condiciones normales, independientes, porque el acceso de la vivienda es fundamental para el desarrollo de la familia y es una de las condiciones que muchas veces limita que la gente pueda dedicarse al trabajo rural. (Entrevista a G., 2020)9

Imagen que contiene exterior, edificio, banca, pista

Descripción generada automáticamente

Figura 5. Stand de Mevir en la exposición “Rural del Prado” organizada por la ARU en septiembre del 2020. Sitio web de Mevir. Recuperado de http://www.mevir.org.uy/index.php/novedades/noticias/item/330-mevir-en-la-expo-prado-2020

 

Ahora bien, mientras el empresariado ganadero asistía a un reposicionamiento en la economía nacional, los trabajadores rurales veían un empeoramiento de sus ya precarias condiciones laborales. El nuevo modelo económico encontraba en ellos/as, especialmente en los/as asalariados/as, su principal fuente de acumulación (Piñeiro, 1985; Carámbula y Oyhantçabal, 2019). No obstante, la organización y lucha de la clase trabajadora rural, lograda bajo la influencia del batllismo, seguía vigente en ese momento y constituía una preocupación para el sector empresario. De manera que, además de garantizar las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, la vivienda rural aparecía como una forma de contención de la creciente conflictividad social:

Su planteo [de Gallinal] se realiza en una coyuntura de exacerbación de las luchas sociales y de forma paralela a movimientos políticos y sindicales dirigidos en contra de lo que se consideraba la médula de la injusticia social en el país, la base del estancamiento productivo: la explotación latifundista extensiva y el consecuente rezago social. (…) Quienes podían comprender la idea eran los propietarios rurales que se acercaban más a una visión cristiana y/o quienes estaban convencidos que los desniveles y la incomprensión social desembocarían en enfrentamientos potencialmente más perjudiciales. (López Gallero et al, 1997, p. 2)

Garantizar la vivienda a los trabajadores rurales resolvía, entonces, dos problemas simultáneos: el de reproducción de la fuerza de trabajo y el de “disuasión huelguista” (en términos de Fernández Wagner). No obstante, llevar a cabo esa resolución suponía enfrentarse a un problema sensible: quién realizaría la inversión requerida. En principio, garantizar vivienda higiénica a los/as trabajadores/as rurales era una obligación de los patronos (Ley 10.809). Si bien López Gallero define a Gallinal Heber como “uno de aquellos que creían en una economía de mercado pero con empresarios que no escatimasen en la inversión productiva”, razón por la cual “la idea original [de Mevir], era prescindente del Estado” (1997, p. 2), la inversión de los estancieros en la institución rápidamente perdió su ímpetu inicial. Así, el involucramiento del financiamiento estatal no tardó en hacerse presente.

El “perfil rentístico” del estanciero uruguayo, que implica que muchos apostaran a obtener beneficios del Estado además de las ganancias de su propia producción (Piñeiro y Moraes, 2008), ayuda a comprender la merma de la inversión empresarial en Mevir. De esta manera, se observa una transición de la responsabilidad económica y financiera en la resolución de la problemática habitacional rural desde los estancieros hacia el Estado: si antes de Mevir dicha responsabilidad era estrictamente de los patronos, con Mevir se fueron desprendiendo progresivamente de ella, primero pasando a ser donantes –voluntarios– de tierras y, luego, a estar obligados únicamente al pago de un impuesto, tal como expresara un directivo de la ARU:

Yo te diría que eso [la donación de las tierras] fue en el inicio porque el propio doctor Gallinal era una persona respetada y muy querida, entonces era un apoyo a él, a lo que él estaba haciendo, entonces muchos productores donaron terrenos en la periferia de los pueblos para que se hicieran las obras, después no, nosotros apoyamos la creación de impuestos para financiar Mevir con la venta de nuestros productos y contribuimos mediante esos impuestos al desarrollo de Mevir y eso se ha mantenido en el tiempo hasta el día de hoy, nosotros pagamos un equis por ciento de todas las ventas agropecuarias de todos los productos para financiar Mevir. (Entrevista a G., 2020)10

Para tener una referencia, al 2020 ese impuesto representa sólo el 2,7% de los ingresos de la institución, mientras que el resto está conformado por financiamiento estatal (76,7%) y cobranza de cuotas (20,6%) (Mevir, 2020). El aporte de las tierras, uno de los componentes más relevantes del costo de dichas soluciones, pasó a ser realizado principalmente por las intendencias departamentales (Couriel y Menéndez, 2013).

Un factor decisivo para explicar qué hizo posible que Mevir, que originalmente se planteó como una organización civil, consiguiera luego el apoyo estatal para su proyecto habitacional es la participación política de su fundador. Amén de los esfuerzos por despolitizar y despartidizar su imagen, Gallinal Heber estaba vinculado al Partido Nacional.11 Estudiar las características y complejidades de la relación entre Gallinal Heber, Mevir y el Partido Nacional excede los alcances de este artículo. Lo que interesa señalar aquí es, únicamente, que esa relación existió en los orígenes de la institución y que los límites entre los intereses partidarios e institucionales no estuvieron claramente delimitados, tal como expresara Mario, un militante de “La Huella” en un relato recogido por Hugo Alfaro:

Hace 17 años que ando en tareas de participación, comunitarias. Primero fue con el Movimiento Erradicador de la Vivienda Insalubre Rural (MEVIR), que presidía el Dr. Alberto Gallinal. Te hablo del 67; yo tenía 23 años. Nos fuimos con los grupos solidarios de estudiantes al interior, para cooperar en los planes de vivienda por ayuda mutua (…) Ya teníamos hasta los pasajes, cuando vino una orden directa de Gallinal para que se rechazara nuestra colaboración. Dijo, novedosamente, que éramos comunistas. Me fui en persona hasta San Pedro de Timóte a pedirle cuentas: por qué se prohibía nuestra tarea de apoyo. La respuesta fue que podríamos llegar a hacer uso político del hecho y que, habiendo comunistas en el grupo... En el 71, el propio Dr. Gallinal, haciendo propaganda para el Gral. Aguerrondo, anduvo de gira por los pueblos donde se iba a volcar el Fondo, y no tuvo ningún inconveniente en presentarse como administrador de esos recursos. Las conclusiones sácalas tú. (1984, p. 20)

Para finalizar, un punto que es importante señalar es que, en este traspaso de responsabilidades de financiamiento de las soluciones habitacionales rurales, el costo de las viviendas no fue absorbido totalmente por las arcas estatales. En un estudio que realiza Melissa Cabrera (2015) sobre los significados y los usos de la ayuda mutua en Mevir, que obliga a los/as participantes a aportar 96 horas semanales de trabajo, la autora arriba a la conclusión de que Mevir procede así a una socialización de una parte del costo de la producción de las viviendas. Al no recibir una retribución económica por su aporte de horas de trabajo, los/as propios/as beneficiarios/as pasan a asumir parte del costo de sus viviendas. Esta condición de “trabajador sin salario”, tal como lo definiera un funcionario de Mevir entrevistado, queda parcialmente opacada por la connotación moralizante que el discurso institucional asigna a la ayuda mutua, en nombre del valor del “esfuerzo propio” (Cabrera, 2015). De esta manera, los trabajadores rurales -con el apoyo del Estado- asumen sus costos de reproducción, aumentando la rentabilidad de los empresarios (Piñeiro, 1985).

 

5. Conclusiones

El lema de Mevir “para ver llover desde adentro sin mojarse”, creado por el mismo Gallinal Heber, es un esfuerzo de síntesis de las motivaciones que indujeron la conformación del organismo. El objetivo de este trabajo fue descomprimir esa síntesis para identificar los elementos y principios que componen a la fundamentación de Mevir y realizar una lectura crítica sobre ellos. El propósito de esta revisión histórica, tal como fue planteado en el apartado introductorio, es poder accionar transformaciones sobre el presente, pues esos fundamentos se encuentran, en mayor o menor medida, vigentes en la identidad institucional actual. Movilizar esos fundamentos, interrogarlos, abre las opciones de actuación hacia nuevos lugares.

El primer principio analizado fue el de la insalubridad de las viviendas rurales. En la recuperación de “memorias otras” en torno a dichas viviendas, quedó revelado que la insalubridad no es el único ni el principal término desde el cual se las recuerda y define. Las discrepancias entre las memorias oficiales y no oficiales sobre la vivienda rural son rastreables, entre otros lugares, en una pequeña pero significativa cuestión lingüística. Mientras que la noción de “rancherío” acaparó el discurso público instalando en el sentido común sus elementos asociados (enfermedad, promiscuidad, inmoralidad, precariedad), la idea de “rancho” dejó al menos un pequeño margen para ser asociado a otro tipo de elementos, como los relevados en este trabajo (seguridad, naturaleza, festividad, comodidad). De hecho, más allá del marcado esfuerzo institucional por sostener y reproducir el discurso estigmatizante del rancho, dentro del propio Mevir hay pequeños rastros simbólicos que dan cuenta de una cierta persistencia de registros afectivos asociados al “rancho”. Por ejemplo, uno de los funcionarios de Mevir cerró su entrevista lamentando que, debido al recorte presupuestal del 2020, “muchas familias se quedaron sin la posibilidad de hacer su rancho” (Entrevista a H., 2020). Pero el ejemplo más elocuente y paradojal es el propio logo institucional: el nido de barro y paja de un hornero.

Esta lectura a contrapelo de la historia que ofrecen las “memorias otras” recogidas en la investigación, tensionan y obligan a repensar las maneras en las que se construye la idea de salud y, a la vez, de su contracara: la insalubridad. Vale insistir en que no se trata de revisitar esas memorias desde un lugar de romanticismo bucólico e idealizante, sino de hallar prácticas y saberes asociados a otros modos de vida que se desplacen –en mayor o menor medida– de la lógica del mercado para imaginar nuevos modos de organización social. La presencia de esas prácticas y saberes, aunque sea desde la resistencia y supervivencia, da cuenta de su actualidad y cuestiona de lleno aquellas posiciones que insisten en situarlos en un pasado que ya no existe.

Además de poder mejorar las condiciones de las viviendas, la opción de incorporar materiales vernáculos a las soluciones habitacionales viene de la mano de la posibilidad de (re)crear un modo de vida, incluyendo un sistema socio-económico basado en los principios de la economía campesina, que favorezcan procesos socialmente inclusivos y ambientalmente sustentables. Resulta paradojal entonces que, al mismo tiempo que el discurso de Mevir valoriza esos aspectos, sus acciones son tendientes a erradicar un modo de vida asociado a ellas.12

Esto conduce al segundo principio analizado: el altruismo. La revisión de ese principio permite situar a la vivienda en el marco de relaciones económicas y políticas en las que se inserta y de las cuales participa activamente, habilitando u obturando uno u otro tipo de organización social. Es decir, no me interesa negar ni afirmar el altruismo de Gallinal Heber, puesto que no fue ese el foco de la pregunta de investigación. Lo que me interesa es visibilizar todo aquello que el altruismo ocluye: los intereses económicos y políticos que se juegan en las intervenciones presentadas como solidarias y, como contracara, los sacrificios que esas intervenciones implican para algunos grupos sociales, principalmente para los trabajadores. Para el caso de Mevir aquí estudiado, comprender la politicidad de la vivienda rural implica reconocer su participación en la dinámica socio-económica del territorio. Esto permite preguntarnos por las formas en la que la misma pueda ser parte de la (re)creación de un modo de vida inclusivo, justo, sustentable y, a la vez, por las intervenciones estatales que puedan acompañar y fortalecer ese tipo de proyectos sociales.

Las inversiones estatales en materia de vivienda rural y las iniciativas de redistribución de los ingresos hacia los sectores más pobres, incluidos los trabajadores rurales, es un deber ineludible del Estado. El propósito de los cuestionamientos aquí vertidos no es negar ese deber, sino poder reformular los términos en los que esas soluciones habitacionales son planteadas. Claro que la condición colonial y capitalista del Estado imprime límites a su capacidad de promover procesos emancipatorios, pero la posibilidad de torcer algunos de esos límites para redirigir las intervenciones estatales hacia horizontes de mayor justicia social existen, están documentadas y mayormente son resultado de la presión que ejercen los movimientos y grupos sociales sobre la institucionalidad estatal.

 

Imagen que contiene exterior, luz, colgando, pájaro

Descripción generada automáticamente

Figura 6. Nido de hornero. Fotografía tomada por Guillermo Garrido durante el trabajo de campo en un conjunto de viviendas de Mevir en San Ramón

 


 

Notas

1 Financiado por la Comisión Académica de Posgrado de la Universidad de la República.

2 El grupo poblacional de menores ingresos no había sido alcanzada hasta entonces, puesto que no suele estar en condiciones de cumplir con algunos requisitos de inscripción establecidos por Mevir, los cuales fueron parcialmente flexibilizados para favorecer la participación de este sector.

3 Debido a los condicionantes que impuso la pandemia del Covid 19, no fue posible realizar todas las entrevistas planificadas a adjudicatarios/as de las viviendas, razón por la cual tomó más peso relativo el análisis documental y las entrevistas a funcionarios/as de Mevir, quienes cuentan con mayor acceso y disposición a realizar comunicaciones por medios virtuales.

4 Disponibles en: https://sites.google.com/view/gieh/publicaciones

5 Resumidamente, los países del sur global exportan recursos naturales y culturales a los países del norte, quienes los someten a proceso de elaboración y los venden nuevamente al sur, apropiándose en esa transacción del plus valor generado.

6 Dado que el estudio de los discursos hegemónicos sobre la vivienda rural en el siglo XX en Uruguay –contexto en el que se inserta el relato de Mevir– ya fue abordado en un trabajo anterior, ponderé aquí la recuperación de memorias sobre la vivienda rural invisibilizadas o subrepresentadas en los discursos oficiales. El artículo referido es: Los rancheríos. Una aproximación a los discursos hegemónicos sobre la vivienda rural en el Uruguay del siglo XX (Martínez Coenda, 2020)

7 Para preservar la identidad de los entrevistados, se los identifica con una letra aleatoria.

8 Autores como Cardeillac (2019), Romero (2004), Sabia (2019), Piñeiro y Moraes (2008) estudian críticamente las transformaciones que las tecnologías de producción (maquinarias agrícolas, técnicas productivas, semillas, etc.) y comunicación han generado en las dinámicas socio-económicas rurales en Uruguay. El relevamiento de los efectos que produjeron las transformaciones de la tecnología-vivienda en el territorio rural uruguayo fue poco abordado, destacándose el trabajo de Castelli (2019) y López Gallero et al (1997, 1998).

9 La ARU es una institución gremial privada nacida en 1871 que “potencia los intereses de los empresarios rurales y agroindustriales en un ámbito de libre empresa, economía de mercado y sana competencia” (https://www.aru.org.uy/), con fuerte influencia en la política agropecuaria (Piñeiro y Moraes, 2008). Gallinal Heber fue presidente de la ARU entre 1956 y 1959 y, finalizado su mandato, continuó participando como socio activo. Esta relación de Gallinal Heber con la ARU y el compromiso que supone con el conjunto del empresariado rural –más allá del sector ganadero de donde él proviene– contribuye a entender por qué, cuando el modelo liberal de los ‘70 cambió el énfasis desde los terratenientes exportadores de carne y lana hacia el sector agroindustrial exportador (Piñeiro, 1985), Mevir continuó apoyando a dicho empresariado, tal como lo señaló Castelli (2019) en su estudio sobre Pueblo Gallinal e, incluso, como lo expresó la propia institución cuando declaró que “además de sustituir rancheríos (…) acompañamos procesos agroindustriales” (1998, p. 7). La vigencia del vínculo entre Mevir y la ARU queda demostrada en la última exposición realizada por esta última en septiembre del 2020, donde Mevir no sólo contó con un stand propio, sino que además protagonizó una de las charlas centrales.

10 Se trata del impuesto establecido en la Ley 15.852 de 1986, que en el artículo 16 define que el mismo sea de pago trimestral, equivalente al uno por mil de la Unidad Reajustable vigente al primer día de cada trimestre, por hectárea, a todos los establecimientos mayores de quinientas hectáreas. Este impuesto es asignado a Mevir, con destino exclusivo a la construcción de viviendas para trabajadores rurales.

11 Aunque su pertenencia era indudablemente al Partido Nacional, tal como biografió Garcé en la revista del aniversario de los 50 años de la institución (2017, p. 10-15), también tenía vínculos amistosos con algunas personalidades del Partido Colorado. De hecho, Mevir fue impulsado primero por Oscar Diego Gestido (a través del decreto 310/967) y formalizado luego por Jorge Pacheco Areco (a través de la Lay 13.640), ambos colorados.

12 Si bien la vivienda de materiales vernáculos no garantiza per se la existencia de un sistema socio-económico campesino, predispone y favorece a su recreación. Para profundizar en la manera en la que la vivienda rural participa de la economía campesina y, a la vez, de lo paradojal que resulta su erradicación en políticas públicas que se autoinscriben en el paradigma de la sustentabilidad, ver: “Sustentabilidad y hábitat campesino: abordajes desde la ecología política en el territorio rural de Córdoba, Argentina” (Vanoli y Mandrini, 2021).

 


 

Referencias

Acosta, L. (2000). La mediación del “higienismo” en la génesis del Servicio Social en el Uruguay. Publicado por la Escuela de Trabajo Social de Costa Rica. Recuperado de https://www.adasu.org/prod/1/486/Luis.Acosta.pdf

Alfaro, H. (1984). Pruebas de imprenta. Montevideo: arca.

Archivo General de la Nación (2007). Colección Dr. Alberto Gallinal Heber. Montevideo.

Balarini, G. (2017). MEVIR: 50 años. Revista Vivienda Popular (29), 6-19.

Blasco, J. (1995). Estudio de casos. En Á. Aguirre Baztán (Ed.), Etnografía. Metodología cualitativa en la investigación sociocultural (pp. 203-208). Barcelona: Marcombo.

Cabrera, M. (2015). MEVIR como política social de vivienda. Tesis de licenciatura en Trabajo Social no publicada. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

Cajigas-Rotundo, J.C. (2007). La biocolonialidad del poder. Amazonía, biodiversidad y ecocapitalismo. En Castro Gómez, S. y Grosfoguel, R., El giro decolonial (pp. 169-193). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.

Carámbula, M. y Oyhantçabal, G. (2019). Proletarización del agro uruguayo a comienzos del siglo XXI: viejas y nuevas imágenes de un proceso histórico. Eutopía, Revista de Desarrollo Económico Territorial (16), 161-180.

Cardeillac, J. (2019). Las transformaciones del agro uruguayo entre 1990 y 2011 desde una perspectiva de la estructura agraria. [Tesis de Doctorado no publicada]. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

Castelli, L. (2019). Una etnografía de Pueblo Gallinal. [Tesis de Maestría no publicada]. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

Castro Gómez, S. (2007). Decolonizar la universidad. La hybris del punto cero y el diálogo de saberes. En S. Castro Gómez y R. Grosfoguel, El giro decolonial (pp. 79-92). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.

Castro-Gómez, S. y Grosfoguel, R. (2007). Prólogo. Giro decolonial, teoría crítica y pensamiento heterárquico. En S. Castro Gómez y R. Grosfoguel, El giro decolonial (pp. 9-24). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.

Couriel, J. y Menéndez, J. (2013). Revista Nuestro Tiempo: Vivienda. Dónde vivimos los uruguayos. Montevideo: Comisión del Bicentenario.

Coppari, R. (1950). Mi viejo Rancho. En Rescoldo de Tradición, s.e: s.l.e.

Escobar, A. (2014). La invención del desarrollo. Popayán: Universidad de Cauca.

Escobar, A. (2007). La invención del Tercer Mundo. Caracas: Editorial el perro y la rana.

Fernández Wagner, R. (2007). La perspectiva de derechos en las políticas sociales y habitacionales en América Latina. En V Jornada Internacional de Vivienda Social (pp. 145-158). Facultad de Arquitectura, Universidad de Valparaíso, Chile.

Garcé, A. (2017). Cuando el alma mueve al cuerpo. Alberto Gallinal Heber y el cincuentenario de MEVIR. Revista El Hornero, número especial por 50 años de Mevir, 10-15

Latour, B. (2008). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.

Ley 10.809. Estatuto para el trabajador rural. Montevideo, 16 de octubre de 1946.

Ley 13.640. Presupuesto nacional de sueldos gastos e inversiones. Ejercicio 1968-1972. Montevideo, 26 de diciembre de 1967.

Ley 15.852. Aportaciones tributarias para las empresas rurales. Montevideo, 24 de diciembre de 1986.

Ley 16.690. Comisión Honoraria Pro Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre (Mevir). Montevideo, 22 de diciembre de 1994.

López Gallero, Á., Hernández, S., Barrios, P., Camejo, M.A., Egaña, A; González, G., González, N., Lepratti, P., Schou, I., Silva, S., Tiscornia, M. (1997). Incidencia de un programa de vivienda en la geografía del Uruguay. En VI Encuentro de geógrafos de América Latina (pp. 1-10). Universidad de Buenos Aires, Argentina.

López Gallero, Á., Hernández, S., Egaña, A.; Schou, I., Speranza, N., Tiscornia, M. (1998). MEVIR: territorio, viviendas y comunidad. Revista Vivienda Popular (4), 9-13.

López, J.P (s.f.). El rancho. En E. Sisa López (1968). (Comp.), Juan Pedro López. Un payador de leyenda (p. 61). Editorial Cumbre: Montevideo.

Mandrini, M. R., Cejas, N. y Bazán, A. (2018). Erradicación de ranchos ¿Erradicación de saberes? Anales del Instituto de Arte Americano 48 (1), pp. 83-94.

Mevir. (2020a). Memoria para el futuro (2015-2020). Montevideo.

Mevir. (2020b). Natalicio del Dr Alberto Gallinal Heber, fundador de MEVIR. Sitio web de Mevir, Sección “Noticias”, recuperado de http://www.mevir.org.uy/index.php/novedades/noticias/item/347-natalicio-del-dr-alberto-gallinal-fundador-de-mevir

Mignolo, W. (2017). Colonialidade: o lado mais escuro da modernidade. Revista brasileira de ciências sociais, 32 (94), 1-18.

Neiman, G. y Quaranta, G. (2006). Los estudios de caso en la investigación sociológica. En I. Vasilachis, Estrategias de investigación cualitativa I (pp. 213-237). Barcelona: Gedisa.

OPS. (2017). La OPS firma un acuerdo con la Sociedad Argentina de Pediatría para cooperar en Chagas. Sitio web de la OPS, Sección “Noticias”, recuperado de https://www.paho.org/es/noticias/25-4-2017-ops-firma-acuerdo-con-sociedad-argentina-pediatria-para-cooperar-chagas.

Pereyra, A. y Quevedo, C. (2020). La impugnación a la vivienda-rancho en la Ciudad de Córdoba (Argentina) entre los siglos XIX y XX. Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21 (2), 247-269.

Piñeiro, D. y Moraes, M. I. (2008). Los cambios en la sociedad rural durante el siglo XX. El Uruguay del siglo XX, 3, 105-136.

Piñeiro, D. (1985). Formas de resistencia de la agricultura familiar: el caso del Noreste de Canelones. Montevideo: Ciesu.

Ríos Cabrera L. y Gillnessi, E. (1998). El mejoramiento del hábitat como vía control de la enfermedad del Chagas. Revista Vivienda Popular (4), 58-62.

Rolón, G., Olivarez, J., Dorado, P. y Varela, G. (2016). Las construcciones del espacio domiciliar y peridomiciliar rural como factores de riesgo de la enfermedad de Chagas. Construcción con Tierra, 67-78.

Romero, J. (2004). La modernización agraria en el Uruguay. En N. Giarraca, Ruralidades latinoamericanas, identidades y luchas sociales (pp. 163-201). Buenos Aires: CLACSO.

Sabia, L. (2019). La “integración” a façon de la producción familiar. [Tesis de Licenciatura no publicada]. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

Sachetti, L. y Belardo, M. B. (2015). Historia de la salud argentina y latinoamericana: una experiencia innovadora en la carrera de Medicina. Interface-Comunicação, Saúde, Educação, 19 (55), 1243-1252.

Sociedad de Arquitectos del Uruguay. (1950). Encuesta de opinión sobre los rancheríos. Revista CEDA, (19), p. 5.

Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del sur. México: Siglo XXI.

Vanoli, F. y Mandrini, M. R. (2021). Sustentabilidad y hábitat campesino: abordajes desde la ecología política en el territorio rural de Córdoba, Argentina. Vivienda y Comunidades Sustentables (9), 77-89.

Vidart, D. (1950). Encuesta de opinión sobre los rancheríos. Revista CEDA (19), p. 5.

Winner, L. (1987). La ballena y el reactor. Una búsqueda de los límites en la era de la alta tecnología. Barcelona: Gedisa.

 

 

Virginia Martínez Coenda  

Dra. en Estudios Sociales de América Latina y Lic. en Administración (ambos por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Beca posdoctoral de la Comisión Académica de Posgrado (Universidad de la República, Montevideo. Grupo de Evaluación de Políticas de Vivienda Social, Instituto de Tecnologías, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad de la República. Bv. Gral. Artigas 1031, 11200 Montevideo, Departamento de Montevideo, Uruguay. Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre el Hábitat, CONICET, Argentina.

mumymartinez@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-0978-6364