La triste figura de Wladimiro Acosta y el libro como laboratorio para la investigación en vivienda
The Sad Countenance of Wladimiro Acosta and the Book as A Laboratory for Housing Research
Sergio Martín Blas
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Universidad Politécnica de Madrid, España
Resumen
Este artículo analiza el contexto, estructura y contenido del libro Vivienda y Ciudad, publicado por el arquitecto Wladimiro Acosta en Buenos Aires, en 1936. El punto de partida es el hallazgo en Madrid de un ejemplar de la primera edición dedicado por Acosta al escritor Alberto Gerchunoff, autor del prólogo, y a su esposa Teresa. La hipótesis del trabajo es que Vivienda y Ciudad representa un caso excepcional, relevante y vigente, de investigación sobre la vivienda económica para trabajadores. Dicha vigencia se encuentra no tanto en los conceptos y modelos concretos ensayados en el libro, sino en sus métodos, y más específicamente en el uso del proyecto arquitectónico como técnica de investigación. El modo sistemático, acumulativo, riguroso y controlado con que Acosta despliega aproximaciones, variantes, evoluciones y soluciones a sucesivos problemas arquitectónicos, permite entender el libro como un laboratorio, un espacio aislado, distanciado respecto a la realidad, y al mismo tiempo conectado a la cultura y preocupaciones de su tiempo. Finalmente, Vivienda y Ciudad nos sitúa ante la necesidad de reconsiderar el rol del arquitecto y del proyecto de arquitectura en la investigación sobre el problema de la vivienda.
Palabras clave: Wladimiro Acosta - Vivienda y Ciudad - libros de arquitectura - investigación a través del proyecto - vivienda mínima
Abstract
This article analyzes the context, structure, and content of the book Vivienda y Ciudad (Housing and City), published by the architect Wladimiro Acosta in 1936 in Buenos Aires. The point of departure is the finding in Madrid of a copy of the first edition of the book, with a personal dedication by Acosta to the writer Alberto Gerchunoff, author of the foreword, and his wife Teresa. The main hypothesis is that Vivienda y Ciudad is an exceptional and currently relevant case of research on affordable housing for workers. Such validity is found not so much in the specific concepts and models developed in the book, but in its methods, and more precisely in the use of architectural design as a research tool. The systematic, accumulative, rigorous, and controlled way in which Acosta unfolds a series of attempts, variations, evolutions, and solutions to several architectural problems, allows for an interpretation of the book as a laboratory: an isolated space, distanced from reality and simultaneously connected to the culture and concerns of its time. Finally, Vivienda y Ciudad raises the need to reconsider the role of the architect and of architectural design in the housing problem research.
Key Words: Wladimiro Acosta - Vivienda y Ciudad - architecture books - research through design - minimum dwelling
Un arquitecto no escribe. La palabra escrita no es el lenguaje del arquitecto. El arquitecto debe hacer. Debe levantar edificios. Debe construir ciudades.
La cita, atribuida por Telma Reca a su esposo, el arquitecto Wladimiro Acosta, resume con descarnada ironía el diagnóstico de toda una vida, la de aquel al que, siempre según Reca, “le tocó más escribir y decir que hacer” (Reca, 1976, p. 7). En efecto, pese a haber construido un buen número de obras de calidad, más de las que cualquier arquitecto medio actual soñaría, Acosta ha pasado a la historia como una figura frustrada, cuyo destino fue inferior a su talento. A Reca, experta en higiene mental, pionera de la psiquiatría y la psicología argentinas, cuyas ideas se integraron con relativo éxito en las políticas e instituciones de su tiempo, no le podía pasar desapercibida una condición que anota, en el apunte biográfico post mortem del arquitecto, junto a otros dos escalofriantes elementos de su historia clínica: la difteria laríngea de su infancia en Odessa, que derivó en traqueotomía, y el trombo cerebral que condujo a su muerte a la edad de 67 años, el 11 de julio de 1967.
A pesar de ser aceptada por todos, la frustración de Acosta ha quedado, en cierta medida, sin explicación (Liernur, 2004). A este respecto cabe señalar lo evidente: que el sentimiento se debe atribuir no tanto a la cantidad, calidad y tamaño de las obras realizadas, sino sobre todo a que ninguna de ellas responde al objetivo primordial que el arquitecto asumió como fundamento de su actividad. El problema de la vivienda “para el presupuesto mínimo” (Acosta, 1936, p.106), destinada a la masa obrera, al proletariado urbano,1 no pasó nunca del papel a la realidad en el trabajo de Acosta. Ni siquiera su participación en los años 40 en el proyecto para la casa colectiva de la cooperativa “El Hogar Obrero”, construida en la Avenida Rivadavia de Buenos Aires a partir de 1950, pudo reparar esa situación. Más bien al contrario, la desaparición en el proyecto ejecutado de casi cualquier traza reconocible de su pensamiento, contra lo que se ha aceptado generalmente (Ballent, 1987; Liernur, 1997; Fernández, 2012), no habría hecho más que ahondar en la herida de quien anhelaba “construir ciudades”, transformar la realidad a partir de la arquitectura de la vivienda.2
Figura 1. Planta tipo y fotografía de la casa colectiva “El Hogar Obrero” en la avenida Rivadavia de Buenos Aires, construida entre 1951 y 1954. Fernández, 2012; Gutiérrez y Ortiz, 1972.
Tal propósito emergía con fuerza en el primer y único libro publicado personalmente por Acosta, Vivienda y Ciudad, aparecido en su primera edición en 1936 (Acosta, 1936). En este artículo se sostiene que, desde una mirada actual, aquella obra destaca entre las dedicadas al problema de la vivienda obrera entre los años 20 y 30 del siglo XX, no tanto por su influencia en la cultura de los arquitectos del periodo, o la más improbable vigencia de sus premisas (incluso las más fácilmente apropiables hoy, como su énfasis en las condiciones climáticas) sino como testimonio vivo, vigente y pertinente, de las técnicas de investigación en vivienda a través del proyecto de arquitectura.
La resignificación histórica de la obra de Acosta a partir de los años 80 del siglo pasado ha erosionado la componente científica de su pensamiento, así como la carga ideológica asociada a ella. Frente a una reducción de su discurso a “formuleo aritmético o social”, a la “circularidad apabullante” sustentada en “cálculos, gráficos, estadísticas, experimentos”, a la “envoltura racionalizada”, Jorge Francisco Liernur procuró revelar entonces el modo en que las obras y proyectos de Acosta “vibran, o mejor, tiemblan con un temblor que delata la vida” (Liernur, 1987, p.31). Las referencias sugestivas al sentido religioso del personaje, a su supuesto distanciamiento respecto a los movimientos políticos en su país de origen, o a la huella de un misticismo de la luz de raíz expresionista que conoció de primera mano en el Berlín de entreguerras, servirían sin duda para mejorar su asimilación en el contexto cultural de finales de los 80. También en el actual, cuando las emociones, atmósferas, ambientes e identidades han vuelto a un primer plano, junto al enésimo intento de reducir la arquitectura moderna a simple ejercicio de abstinencia y pureza formal (Pozo et al., 2008).3 Por otro lado, el desmantelamiento ideológico del “problema de la vivienda” y de las políticas a las que dio lugar se consolidó, precisamente, en la década de los 80.
Sin embargo, hoy conocemos tanto los peligros del cientificismo y del funcionalismo ingenuo aplicados a la arquitectura, como los de las arbitrariedades sostenidas por un misterioso sentido artístico o espiritual. La crisis económica y social generada por el estallido del mercado de la vivienda desde 2008, el hecho de que diversas asociaciones, medios, instituciones y políticos hayan vuelto a hablar de “emergencia habitacional”, de segregación espacial, y la aparente cronificación de problemas cuyas explicaciones y diagnósticos persisten desde hace más de un siglo, hacen necesario señalar, de nuevo, una de las aportaciones más incisivas y originales de la arquitectura del siglo XX: su contribución a la definición del problema de la vivienda en términos objetivos, racionales, capaces de atravesar las (interesadas) envolturas y retóricas emocionales.
Los dibujos, textos e imágenes contenidos en Vivienda y Ciudad constituyen una muestra extraordinaria de aquel impulso transformador. El material permite entender, entre otras cosas, las premisas de observación, estudio sistemático y conocimiento acumulativo, los métodos de análisis racional, de ensayo a través del proyecto, o la incorporación de aportaciones de otras disciplinas, que un parte de la arquitectura moderna empleó para afrontar el problema de la vivienda obrera. Es esta la condición de mayor originalidad y vigencia del trabajo de Acosta, por supuesto compatible con el sentido plástico, incluso escenográfico, de sus propuestas. Asumiéndola, se situó en las antípodas de la oscuridad y el misticismo de los discursos sobre la casa, la familia y el hogar, sobre la nación, las identidades y las tradiciones. Discursos instrumentales, ayer como hoy, para perpetuar el problema de la vivienda, y a cuyo auge hubo de acomodarse parcialmente Acosta en las décadas sucesivas, limando las aristas de su pensamiento (Acosta, 1947, 1976; Rigotti, 1987, pp. 119-120).4
Figura 2. Fotografía del ejemplar de la edición original de Vivienda y Ciudad encontrado en la biblioteca de la arquitecta María Arce (@arcitecta) en Madrid, 2021.
La edición de 1936 de Vivienda y Ciudad se presenta, así, como el producto tangible de una experiencia histórica concreta, la de la investigación moderna en la arquitectura de vivienda económica. Aquella investigación llegó a un punto álgido en Europa a finales de los años 20 (Aymonino, 1973), y tras un vertiginoso declive estaría condenada a desaparecer, engullida por los movimientos reaccionarios parapetados en el auge de populismos y nacionalismos (Sambricio, 2012). El libro de Acosta permite establecer, además, a través de su forma, materialidad y estructura, interesantes paralelos con la arquitectura (Tavares, 2016). Por todo ello, y pese a lo que pensaba el propio arquitecto, se trata de una de sus mejores obras realizadas.
El reciente hallazgo en Madrid de un ejemplar de la primera edición, regalado por Acosta a quien firmó su prólogo, el escritor Alberto Gerchunoff, con dedicatoria manuscrita a él y a su esposa Teresa,5 justifica un nuevo análisis de la anatomía del libro y de sus aportaciones metodológicas a la investigación de la vivienda obrera en América Latina. El análisis se centra en aspectos parciales, algunos inadvertidos hasta ahora, relacionados con los retos y oportunidades del presente.
El libro como laboratorio
El ejemplar de Vivienda y Ciudad proveniente de la biblioteca de Gerchunoff y encontrado en Madrid tiene una encuadernación en piel: cuero de vaca natural marrón claro. La portada y el lomo están marcados con un golpe en seco que reproduce el nombre del autor y el título, resaltados con una tinta oscura. Respecto a la edición sucesiva, encuadernada en tela, el ejemplar conserva el aire de un objeto surrealista, posible resultado de una concesión a la artesanía local. El contraste entre la apariencia y el contenido del libro, en el que el autor arranca denunciando “la inercia de la tradición” (Acosta 1936, p.8), es tan manifiesto que cuesta pensar en una casualidad. Al fin y al cabo, tanto su figura viajera como su discurso debieron aparecer desde el inicio bajo la sospecha de un “indeseable” cosmopolitismo que convenía mitigar (Gutiérrez y Ortiz, 1972, p.35).
Figura 3. “City Block integral”, Variante b, Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, p. 155
En efecto, el contenido del libro es el producto evidente de una cultura internacional que se formó en los años precedentes, difundida desde Europa a través de conferencias, congresos, exposiciones y publicaciones. Acosta pudo conocer muchas de aquellas referencias de primera mano durante su periodo de estudio y trabajo en Berlín (1922-1928), empezando por Grosstadtarchitectur de Ludwig Hilberseimer (Liernur, 1987, pp.38-39; Álvarez, 1991, p. 311). El contenido de Vivienda y Ciudad, en el que se critican las condiciones de la vida en la metrópolis contemporánea para, a través de una serie de propuestas que conectan progresivamente la forma arquitectónica con la urbana, ensayar una visión alternativa del entorno, se relaciona de forma evidente con aquella obra. El libro de Hilberseimer, publicado en 1927, ofrecía una secuencia ordenada y coherente de exploraciones desde la escala de la gran ciudad hasta la del edificio, en la que se integraban algunos de los proyectos elaborados durante los años precedentes (Hilberseimer, 1927). También incluía referencias a trabajos ajenos, entre los que destacaba otra propuesta teórica, la de Le Corbusier para la Ville Contemporaine, publicada dos años antes en el libro Urbanisme (Le Corbusier, 1925), que Hilberseimer reconocía como investigación paralela a la suya:
El caos de la metrópolis contemporánea sólo se puede combatir con experimentos, en una demostración teórica. Su misión es desarrollar, en lo abstracto, los principios fundamentales de un urbanismo acorde con los requerimientos contemporáneos. Esto producirá reglas generales que permitirán solucionar ciertos problemas concretos. Sólo la abstracción respecto al caso concreto es capaz de revelar el modo en que los elementos dispares que forman la metrópolis se pueden conducir hacia un orden intenso de relaciones. Intentos de realizar semejante análisis del proyecto de la metrópolis han sido emprendidos por Le Corbusier y Ludwig Hilberseimer. (Hilberseimer, 1927, p.112).6
Figura 4. Vista axonométrica de la “Propuesta para el desarrollo del Centro Urbano”, Ludwig Hilberseimer, “Vorschlag zur City-Bebauung”, 1930, p. 608.
Aparte de la comicidad de referirse a uno mismo en tercera persona, el contenido de la cita es fundamental para entender el papel atribuido en aquel momento a los proyectos y modelos teóricos. Estos se conciben como experimentos que tienen la finalidad de extraer (abstraer) “principios fundamentales”, principios generales y reglas aplicables a las situaciones concretas. Además, los modelos se desarrollan y comparan críticamente con sus precedentes a través de un análisis numérico, en el que cuestiones de calidad se traducen en cantidades mensurables, como hacía el propio Hilberseimer con la propuesta de Le Corbusier. “Ha sonado la ora de la ciencia”, afirmaba el propio Le Corbusier en Urbanisme, el libro en el que identificaba su propuesta como “un trabajo de laboratorio” (Le Corbusier, 1925, pp.89 y 97):
Procediendo como el técnico en su laboratorio, dejo de lado los casos específicos; aparto todos los accidentes; me preparo un terreno ideal. El objetivo no consistía en vencer situaciones preexistentes, sino llegar con la construcción de un edificio teórico riguroso, a formular principios fundamentales del urbanismo moderno. (Le Corbusier, 1925, pp.99-100)
Tanto para Le Corbusier como para Hilberseimer, el libro era el espacio en el que confluían los ensayos previos realizados en un conjunto disperso de artículos, proyectos y conferencias; el espacio aislado, separado de la realidad, que permitía reproducir las condiciones de rigor, sistematicidad, acumulación de indicios y extracción de principios de la ciencia moderna. En sus páginas se desplegarían, además, las nuevas técnicas de comunicación a través de la combinación de textos, dibujos e imágenes: comparaciones, advertencias, oposiciones, alarmas, énfasis, llamamientos, eslóganes.
Es esa la línea en la que, recogiendo muchas otras contribuciones de finales de los años 20 y principios de los 30, y especialmente las conclusiones de los CIAM de 1929 (Frankfurt) y 1930 (Bruselas), se coloca el trabajo de Wladimiro Acosta para Vivienda y Ciudad. Respecto a los planteamientos anteriores, surgen a partir de entonces publicaciones centradas específicamente en la vivienda moderna y en la vivienda “mínima”, empezando por el libro de amplísima difusión Befreites Wohnen, publicado por Sigfried Giedion (Giedion, 1929), o las actas del congreso de 1929 (May et al., 1930), cuyo conocimiento es manifiesto en Acosta. Además, el análisis gráfico y numérico de la casa se generalizaba en el mismo periodo, con la referencia obligada a los trabajos pioneros de otro arquitecto nacido en Odessa y residente en Berlín durante los años 20, Alexander Klein (Klein, 1980), junto a la incorporación de métodos de racionalización, y de premisas y datos procedentes de otras disciplinas (medicina, psicología, economía, sociología).
Desde el foco alemán y su área de influencia directa, los estudios monográficos sobre vivienda se extendieron a otros países durante la década de los 30. Pese a la coincidencia en la aspiración a racionalizar el problema, los objetivos, resultados y formatos de aquellas publicaciones fueron dispares, debido probablemente a la voluntad de impactar en un contexto local: desde el manual práctico para el proyectista Costruzione razionale della casa, publicado por Enrico A. Griffini en Italia (Griffini, 1932), al cruce entre recopilación crítica y manifiesto de Karel Teige en Checoslovaquia sobre La Vivienda Mínima (Teige, 1932), o al informe detallado en tono periodístico sobre políticas y realizaciones europeas de Catherine Bauer en Modern Housing, publicado en los Estados Unidos (Bauer, 1934). Estos antecedentes eran probablemente desconocidos para Acosta, con la posible excepción del de Bauer. Una de las monografías que sin duda conoció más de cerca fue Zur Neue Wohnform (“Hacia la nueva forma de la vivienda”) de los hermanos Wassili y Hans Luckhardt con su socio Alfons Anker (Luckhardt, Luckhardt & Anker, 1930). Acosta trabajó para el estudio de los Luckhardt y Anker en Berlín antes de su partida hacia América, en el periodo en que se elaboraron algunos de los proyectos incluidos en aquella publicación. Frente a los demás referentes mencionados, Zur Neue Wohnform ofrecía un contenido distinto, al exponer los resultados de una investigación desarrollada fundamentalmente a través de proyectos y obras construidas por los autores, que se presentaban como demostración de un nuevo sistema de construcción de vivienda. El formato cuadrado del libro (30x28 cm) era coherente con su condición ambigua, entre la investigación y el portfolio profesional, en la que se combinaban objetivos científicos y publicitarios.
Figura 5. “Ensayo de standardización de viviendas sobre terreno de 10 varas (8,66 m)” de 1928-29, Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, pp. 80-81.
Vivienda y Ciudad sería también un libro dedicado a la investigación en vivienda, pero basado en su caso enteramente en proyectos, sin fotos de obras, y con una menor proporción de textos que los otros títulos de los años 30. En él la mayor parte de los contenidos se expresaban a través de dibujos. Esta singularidad podría deberse a una falta de confianza sobre el dominio de una lengua (el español), que no era la materna del autor (el ruso). De nuevo según Telma Reca, Acosta “no se sintió capaz de comunicarse en otra lengua con el vigor expresivo de la propia” (Reca, 1976, p. 7); lo que permite imaginar el peso que pudo tener la médica, autora de varias publicaciones, en la redacción de las partes escritas, más allá de su probable influencia en otros aspectos. En todo caso, el arquitecto asumió el formato de libro más adecuado para la presentación gráfica de los proyectos, un formato apaisado (32x24,5 cm) que remite inmediatamente a la Obra Completa de Le Corbusier, de la que se habían publicado ya dos volúmenes en 1936 (Le Corbusier y Jeanneret, 1929, 1934). El sabor corbuseriano de muchos de los materiales y de la propia composición de las páginas del libro, el modo en que plantas, alzados y secciones se combinan con vistas en axonometría y perspectiva, con títulos y textos explicativos de cada proyecto, confirmarían esta filiación (Álvarez, 1991, p. 278).7
Sin embargo, Vivienda y Ciudad no es (al menos no sólo y no abiertamente) un portfolio profesional destinado a la publicidad de la propia obra, sino una investigación sobre “problemas de arquitectura contemporánea”, como indica el subtítulo del volumen. En él, el proyecto emerge como técnica para el desarrollo de una indagación sistemática, rigurosa, concentrada en la elaboración de un modelo coherente de vivienda y, a partir de él, de un nuevo modelo urbano8. En este sentido, es comparable únicamente al libro publicado por el arquitecto soviético Moisei Ginzburg en 1934, con el título Vivienda: cinco años de trabajo sobre el problema de la casa (Ginzburg, 1934).
La investigación en vivienda a través del proyecto
Tras la primera página con la dedicatoria a Telma Reca (“a cuya colaboración activa debo la realización de esta obra”), la reseña del editor Ignacio Aresti, la portada interior con el título sobre un dibujo del “City Block Integral” y el prólogo de Alberto Gerchunoff, la primera página del texto introductorio de Acosta en Vivienda y Ciudad arranca con un tono que se diría bíblico: “En la historia del hombre sobre la tierra…” (Acosta, 1936, p.8). El arranque se acompaña con una fotografía apocalíptica de la “atmósfera de Buenos Aires”, que evidencia “la turbiedad del aire al atardecer”. El texto introductorio resume, junto a los tópicos del discurso sobre la ciudad insalubre, modelada por los intereses especulativos, y el fracaso de la vivienda “como instrumento biológico del hombre”, las fórmulas conocidas para su transformación a través de la arquitectura moderna: la vivienda luminosa, asoleada, “de elevado nivel sanitario”, funcional, tecnificada, dúctil (modificable), normalizada, producida en serie, resistente, barata… (Acosta, 1936, pp.8-11).
Figura 6. Fotografías de Buenos Aires, reproducidas por Wladimiro Acosta en Vivienda y Ciudad, 1936, pp. 8 y 13.
Hacia el final del texto aparece un pasaje que señala con crudeza el problema fundamental y de mayor urgencia para el arquitecto: las viviendas “en las que habita la más numerosa masa de población”, cuyo nivel sanitario es “incompatible con el más elemental respeto a la dignidad humana”. Las fotografías que lo acompañan podrían ilustrar los estudios de Telma Reca sobre la influencia del ambiente en la psicología infantil y juvenil. Si no fuera por la creciente automatización del trabajo, el pie de a estas imágenes se podría aplicar directamente al presente: “TRÁGICA PARADOJA DE LA ERA MAQUINISTA: coexistencia de grandes riquezas, de altos refinamientos de la técnica y de condiciones de vida infrahumanas para la masa obrera que las elabora” (Acosta, 1936, p.13; Reca, 1937). Finalmente, Acosta reconoce que las ideas y propuestas formuladas desde la arquitectura para resolver este problema chocarán con el atraso técnico y cultural, con la estructura económico-social de la realidad, con los precios del suelo y de los alquileres en un mercado especulativo, a lo que responde aclarando el rol del arquitecto, del proyecto, y del trabajo que él mismo ha publicado:
Estas reflexiones, (…) acerca de la impotencia del arquitecto moderno para resolver el problema de la vivienda, tal como él lo plantea, parecerían conducir a una paralización total de sus actividades. Sin embargo, no debe ser así. Una ojeada al campo de las ciencias permite advertir que sus cultores se hallan ante idénticas vallas, cuando llega el momento de la aplicación de sus postulados. Mas no por eso se detiene la experimentación fecunda en el gabinete y en el laboratorio.
Consecuentemente consigo mismo, si el problema hoy no tiene solución, porque uno de sus componentes está fuera del radio de su influencia, el arquitecto moderno debe continuar ahondando teóricamente cada vez más en su estudio, y proponiendo realizaciones arquitectónicas cada vez más aproximadas a la perfección (…). (Acosta, 1936, p.14)
El pasaje presenta una alternativa a la dicotomía que se produciría en las décadas siguientes entre el arquitecto que abandona el lápiz para desplazar su actividad hacia el activismo político y social, y quienes abandonaron (o nunca tuvieron) una voluntad de transformación de la realidad y se adaptaron pragmáticamente a ella en el ejercicio de la profesión. Acosta parece decirnos que arquitecto puede hacer política desde la arquitectura, sin abandonar sus técnicas, confiando en la capacidad del proyecto como herramienta para generar un conocimiento aplicable en un futuro que el mismo proyecto (la imagen, el discurso, el libro-laboratorio) pueden contribuir a modelar. La deriva utópica y la esterilidad de esas visiones serían riesgos asumibles. A ellos se volverá al final de este artículo.
Después de la introducción, el libro despliega la estructura en dos partes anunciada en su título, comenzando por los ensayos sobre vivienda y terminando con las visiones y análisis urbanos, en orden contrario al empleado por Hilberseimer en Grosstadtarchitectur y por Le Corbusier en Urbanisme. Una característica singular de Vivienda y Ciudad, además de las ya mencionadas, es la coherencia con la que los proyectos se ordenan en una secuencia progresiva de formas y escalas, desde la casa aislada “en terreno libre”, pasando por la casa entre medianeras, hasta los ensayos en vivienda colectiva, en altura, y su integración en formas urbanas y sistemas a escala territorial. El tramo nodal de esa secuencia, el que articula las dos partes del trabajo, es precisamente el dedicado a la “vivienda mínima” (capítulo 4).
Figura 7. “La vivienda obrera en Buenos Aires”, Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, pp. 116 -117.
El capítulo arranca con una serie de textos e imágenes que combinan las críticas a la situación local (el conventillo porteño, el inquilinato, la ineficacia de las políticas de “Casas Baratas”) y las referencias al conocimiento acumulado en las experiencias europeas (fragmentos y reelaboraciones de contenidos publicados en Das Neue Frankfurt y en las actas de los CIAM). Tras ellos, la investigación se centra en el problema de la “vivienda obrera en Buenos Aires”, y en los modelos de “vivienda mínima” propuestos por el autor (Acosta, 1936, pp.106-123). Estos se basan, explícitamente, en las conclusiones del CIAM de 1930: bloque lineal en altura (hasta 10 plantas), con acceso mediante núcleos de escalera-ascesor y pasajes comunes. Las soluciones y variantes destacan por el modo en el que se protege el espacio privado respecto al pasaje de acceso colectivo, mediante la organización de bandas en las que se comprimen vestíbulos, escaleras, baños, cocinas y comedores, iluminados con superficies translúcidas de “glasbetón”. A cambio, el arquitecto no tiene inconveniente en que, en algunos de los tipos, los baños abran directamente a los comedores. Hacia el frente opuesto, con la mejor orientación solar, el interior se libera y se abre con generosos espacios exteriores.
El análisis de estas plantas de vivienda obrera en relación con los proyectos que las preceden en el libro revela algunas de las condiciones fundamentales para que el proyecto de arquitectura pueda ser empleado como técnica de investigación: el planteamiento sistemático de problemas, la elaboración de soluciones entre las que se establecen variaciones y afinidades controladas, mensurables, y la acumulación ordenada de conocimientos a partir de antecedentes que van más allá del propio trabajo.
Figura 8. De arriba a abajo: unidades mínimas del edificio en Platenstrasse, Frankfurt, publicadas en Das Neue Frankfurt 4-5, año IV, 1930; vivienda mínima publicada por Alexander Klein en 1931 y plantas de vivienda mínima para Buenos Aires (1933), Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, p.117
Así, por ejemplo, las plantas de vivienda mínima para Buenos Aires de 1933 basadas en un fondo edificado de 6 metros, en sus versiones más reducidas (unidades de 5 y 6m de ancho) parecen generarse como ajuste de algunos de los tipos construidos en Alemania entre 1930 y 1931, como los publicados por Alexander Klein (Klein, 1931) o los aparecidos en Das Neue Frankfurt con dimensiones aún más reducidas, de 4m de ancho (Das Neue Frankfurt, 1930, p.100). Si se considera toda la serie, que va desde los 5 a los 11 m de ancho, el sistema parece inspirado en el proyecto de viviendas para Berlín de 1929, de Franz Krause, publicado entre otros por Giedion (Giedion, 1929, pp.39-40). Sin embargo, si observamos el tipo de mayor tamaño, el de 11 metros de ancho, el mismo modelo se presenta como resultado de una evolución gradual en la propia secuencia del libro, desde la “casa de campo en los alrededores de Buenos Aires” de 1932, pasando por la casa estandarizada “tipo D.F.” para Berlín de 1927, que en realidad habría que colocar en el origen de esa línea de investigación.
Figura 9. De izquierda a derecha: casas Stahlskelettbauten, primer proyecto de 1925-28, Luckhardt & Anker (Bauwelt 31, 1927); Casa estandarizada “tipo D.F.” para Berlín (1927), Wladimiro Acosta, publicada en Vivienda y Ciudad; plantas de la “casa de campo” (1932) y del proyecto de vivienda mínima para Buenos Aires de 11 m de frente (1933), Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, p. 39 y p. 117.
Figura 10. Maqueta del proyecto de 1927 para las casas aisladas en la Schorlemerallee (Stahlskelettbauten), estudio Luckhardt & Anker, Fuente: Tartas, 2015, p.144. Vista de un barrio de casas estandarizadas “tipo D.F.” para Berlín (1927), Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936.
Este último proyecto es, como demuestran las plantas, una versión revisada y redibujada por Acosta del primer proyecto para las casas con estructura de acero Stahlskelettbauten elaborado en el estudio de los Luckhardt entre 1925 y 28, en el que probablemente participó (Tartas, 2015, pp.371 y ss.). Esta relación, hasta ahora pasada por alto, permitiría, por lo demás, clarificar la genealogía de los característicos recintos exteriores para el control solar y el clima de la arquitectura de Acosta, formados por sistemas de aleros, pantallas, vigas, losas, toldos y cortinas. En esa labor historiográfica habría que atender no sólo a la experiencia de Acosta en Brasil (Falbell, 2011; Rocha, 2018), sino también a determinados prototipos italianos, como los aparecidos en la Trienal de Milán de 1933 (véase la “casa para un aviador” de Leoccimaro) (GATEPAC, 1934, p.39), y más en general a la formulación de las raíces mediterráneas de la casa moderna operada desde la revista española AC por el grupo GATEPAC9, cuyos ecos llegaron a Argentina (Gutiérrez & Ortiz, 1972, p.34).
Figura 11. De izquierda a derecha: Plantas de viviendas tipo “Helios-A” de 8,66 m de ancho (1933), “Helios-B” de 6,50m de ancho (1933), planta y sección de las casas colectivas “Helios” de 5m de ancho (1934) y plantas y volumetría de la “vivienda mínima” en altura del mismo ancho (1934), Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, pp. 96 a 117.
Volviendo al análisis de la condición sistemática y acumulativa de la investigación desarrollada en Vivienda y Ciudad, cabe poner otros dos ejemplos. El primero y más evidente es el modelo de “vivienda mínima” de 1934, resultado final de toda la secuencia de aproximaciones a las viviendas tipo “Helios” a lo largo del libro: desde los que se basan en el ancho de 10 varas (8,66 m) del parcelario de las manzanas coloniales porteñas, hasta la reducción gradual a 5 metros de ancho en un sistema de hilera con acceso por pasaje elevado que se traslada casi directamente al modelo de vivienda mínima en altura. Visto el resultado del bloque y su volumetría de terrazas alternas, es inevitable recordar, de nuevo, ciertos los trabajos del GATEPAC, como el conjunto de viviendas obreras en Barcelona de 1933 (GATEPAC, 1933, pp.22-31). Afinidad que cabe extender a los experimentos sobre la manzana del ensanche elaborados por el grupo español, semejantes a los de Acosta para el “City Block” de Buenos Aires. En ambos se acepta la pauta dimensional de la ciudad existente, y se propone un perímetro edificado continuo (sólo abierto en los chaflanes) que sirve como base para una volumetría abierta en los niveles superiores (Liernur, 1997). Al fin y al cabo, las dos investigaciones adaptan las premisas de la ciudad moderna a la fortísima presencia de un trazado en damero en un clima muy distinto al centroeuropeo. Situación que debía ser familiar para Acosta, nacido en Odessa, una ciudad construida sobre una potente retícula urbana al borde del Mar Negro.
Por último, la investigación sobre vivienda desarrollada en la parte primera del libro se cierra con la propuesta de “vivienda mínima para Buenos Aires” de 1934-35, que evoluciona desde el esquema de vivienda mínima de 1933, apurando la célula de menor tamaño a un ancho de 4 m. Desde ella se establecen variaciones coordinadas en sus dimensiones, que encajan en el mismo ritmo de estructura, para anchos de 4,5 y 8 metros. Las soluciones están emparentadas, de nuevo, con algunos de los tipos publicados en Das Neue Frankfurt (Das neue Frankfurt, 1930, p.70). La idea de la vivienda dúctil enunciada por Acosta se expresa en el dibujo de particiones móviles, variables, abatibles y correderas, cortinas y muebles abatibles que conducen, en el último de los tipos (IIIc), al entendimiento del interior como un espacio continuo y variable que se abre completamente al exterior.
Figura 12. De arriba a abajo: plantas y perspectiva interior del proyecto de “vivienda mínima para Buenos Aires” (1934-35) para anchos de 4, 4,5 y 8 m de ancho (superficies de 24, 36 y 48 m2), Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, pp. 120-121; planta de las casas “tipo Brenner” publicada en Das Neue Frankfurt, 2-3, año IV, 1930, p.70.
Este último proyecto de vivienda se puede considerar como el germen de algunas de las propuestas urbanas de la segunda parte del libro, concretamente del City Block en T (variante 2, de 1932). También de las sucesivas variaciones sobre el “City Block integral”, en el que emerge la forma continua que se radicaliza en las propuestas de ciudad lineal que cierran el volumen.10
En suma, los proyectos se enlazan entre sí de forma sistemática y controlada, paso a paso, lo que abunda en el entendimiento del libro como laboratorio y del trabajo de Acosta como investigación a través del proyecto. En cuanto a los principios, modelos y tipos concretos ensayados en Vivienda Ciudad, sería ingenuo plantear su vigencia para la vivienda social contemporánea, con algunas excepciones. Primero, la propuesta del “City-Block” puede vincularse al interés de las últimas décadas por los edificios multifuncionales a gran escala en entornos metropolitanos, los llamados “híbridos” urbanos (Fernández, Mozas y Arpa, 2014). Segundo, la investigación de sistemas de construcción mediante módulos y componentes estandarizados adaptables al loteo de la ciudad existente, capaces de producir una economía de escala por acumulación de intervenciones dispersas y puntuales (“ensayos de standardización”, capítulo 3), podría inspirar alternativas para las actuales políticas de regeneración y rehabilitación gradual de tejidos existentes. Tercero, el desarrollo de piezas exteriores que actúan como filtro climático y lugares de expansión de la vivienda, incluso en las de dimensiones mínimas, cobra una vigencia evidente en el contexto actual, en el que la experiencia del confinamiento ha puesto el foco en la importancia vital de este tipo de espacios.
Figura 13. De izquierda a derecha: Plantas del “ensayo de distribución de la zona edificable en una manzana del ensanche de Barcelona a base de un tipo de vivienda obrera”, GATEPAC, 1933; plantas del “City-Block” de Wladimiro Acosta en su primera versión de 1928-30, Wladimiro Acosta, Vivienda y Ciudad, 1936, p. 138.
Por último, más allá del posible interés actual de sus propuestas, es la racionalidad y el rigor del método desplegado en Vivienda y Ciudad, en el que la imaginación de escenarios y modelos a través del proyecto asume un papel fundamental, lo que conecta de forma más directa la obra de Acosta con el presente. Un presente en el que la vivienda obrera y social se ha convertido en objeto de investigaciones históricas, que miran al pasado, más que de ensayos proyectuales, dirigidos al futuro, y en el que la imaginación de alternativas a la realidad se ha situado en el denigrado espacio de las utopías.
Figura 14. Página de Vivienda y Ciudad con dedicatoria manuscrita de Wladimiro Acosta a Teresa y Alberto Gerchunoff, en el ejemplar de la primera edición (1936) encontrado en Madrid en 2021.
La triste figura de Wladimiro Acosta
Este es el contexto en el que la figura de Wladimiro Acosta y sus proyectos no realizados emergen como posibles referencias “a contracorriente” para la investigación en vivienda en Latinoamérica. Que hoy podamos acceder a ellos se lo debemos también, probablemente, a quienes le rodearon en los primeros años tras su llegada a la Argentina. Por supuesto a Telma Reca, a quien dedica el libro, pero también a quienes se dirige el autor en su dedicatoria manuscrita del ejemplar encontrado en Madrid:
A Teresa Gerchunoff, que me brindó la hospitalidad generosa de su casa en las horas más difíciles que pasé en esta tierra.
A Alberto Gerchunoff, que en todo momento me alentó con su fe en mi obra no realizada, con su amistad.
La fe de Alberto Gerchunoff en la obra no realizada del joven Acosta se manifiesta en al menos uno, y probablemente en dos de los proyectos que aparecen en el libro, encargos directos suyos: la “casa para el escritor A.G.” de 1931, primero en el que aparece el toldo a doble altura que daría lugar a tantas reelaboraciones, y la “pequeña casa de campo” en Luján que lo precede, del mismo año, cuyos detalles de distribución (relación cocina-comedor, entrada-escritorio, escritorio-living, etc.) sugieren un mismo autor del encargo. También en su texto para el prólogo, en el que dibuja un certero retrato del arquitecto-investigador:
Conozco a Wladmiro Acosta desde sus comienzos en la Argentina. He visto, en efecto, con qué fervor silencioso, con qué tenacidad admirable, se dedicó a la demostración de la utilidad de sus ideas. En su gabinete de hombre de ciencia y de artista, trabaja año tras año en la prueba que nos ofrece, constituida por una serie de experimentos, de estudios, de perfeccionamientos, que le inducen ahora a exhibirlos en esta sistematización orgánica. (Gerchunoff, 1936, p. 7)
Que Gerchunoff tuviera fe en Acosta era coherente con la importancia concedida por el escritor a la lucha por los ideales, con su admiración por quien se sitúa en un espacio distanciado de la realidad, aun a costa de ver frustrados sus sueños. No es casual que él mismo dedicase, pocos años después, un libro al Quijote, al caballero de la triste figura, perseguidor permanente de “la dulce quimera”, del sueño de la Arcadia, “reflejo de la ciudad ideal que tenía construida en su cerebro y forjada de nubes graciosas y luces nocturnas” (Gerchunoff, 1938, p.83).
El joven Wladimiro Acosta habría rechazado, probablemente, la analogía quijotesca, que identificaría con la defensa de un “supuesto “arte elevado”, contrario al adelanto de la ciencia y la técnica” (Acosta, 1936, p.12). Sin embargo, el contraste radical entre las condiciones materiales de su vida y la fertilidad de su imaginación, lo aproximan inevitablemente al personaje cervantino. Tal condición se expresa inigualablemente en el recuerdo de Alberto Prebisch:
Cuando yo lo conocí, vivía en digna pobreza en una modesta piecita del barrio de Once, diminuto reducto en el que apenas cabía una cama, sobre la que se sentaba para dibujar en un tablero apoyado en sus rodillas. De ahí salió su primer libro, “Vivienda y Ciudad”, obra que señala un rumbo preciso en la historia de nuestra arquitectura actual. (Prebisch, 1967, p. 89)
¿Podríamos situar hoy aun, como hacía Prebisch, Vivienda y Ciudad en la historia de la arquitectura actual? Aunque han sido escasos, en las últimas décadas no han faltado los ejemplos de investigaciones sobre la vivienda económica a través del proyecto y del dibujo, desde Metropolitan Housing Studies de Kazuyo Sejima (Sejima, 2001), pasando por PLUS de Lacaton y Vassal con Frederic Druot (Druot, Lacaton y Vassal, 2007), hasta los trabajos con tono auto-publicitario de Alejandro Aravena (Aravena y Iacobelli, 2012) o de DOGMA (Dogma y Black Square, 2016). Sin embargo, la vivienda económica sigue siendo, fundamentalmente, objeto de las miradas retrospectivas, históricas, que proliferan en congresos, revistas y libros. Entre estos últimos destaca una de las recientes obras panorámicas sobre la historia de la vivienda en Latinoamérica, cuyo título se acerca, en su inicio, al de Acosta: Ciudad y Vivienda en América Latina 1930-1960 (Sambricio, 2012). El hecho de que en un trabajo tan minucioso como este ni siquiera se mencione al autor de Vivienda y Ciudad quizá no haga más que confirmar su marginalidad respecto a la marcha real de la historia que se produjo después de 1936, tras publicar el libro. Cabe esperar hoy que en esas otras historias, en historias interrumpidas como la de Wladimiro Acosta, encontremos el impulso para convertir la vivienda social, de nuevo, en proyecto.
Notas
[1] En la primera edición de Vivienda y Ciudad Acosta introduce gradualmente el tema de la vivienda obrera y la vivienda mínima, desde la última parte de su primer texto y el pie de las dos imágenes que ilustran “La trágica paradoja de la `era maquinista´” (p. 13), hasta el capítulo dedicado específicamente a la “vivienda mínima”, en el que una nota al margen aclara que se habla de “la vivienda del proletariado” (p.106).
2 Acosta se integró para este proyecto en un equipo liderado por Fermín Bereterbide, que incluyó a dos de sus colaboradores jóvenes, Alfredo Felice y Juan Carlos Ruiz. La priorización del criterio de economía y rendimiento del terreno explica un proceso que afecta no sólo a la forma del bloque, sino sobre todo a la organización interior de las unidades en relación con el corredor de acceso, o a la ausencia de elementos de control solar. Resulta revelador que la obra no se incluyera en la publicación póstuma de los trabajos de Acosta en Vivienda y Clima (1976).
3 Es significativo que una nueva edición del trabajo monográfico sobre Acosta de 1987 (Samandjian, 1987) se haya publicado desde la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra, bajo la dirección de Juan Miguel Otxotorena y José Manuel Pozo (Pozo et al., 2008), con motivo de la celebración del VI Congreso Internacional de Historia de la Arquitectura Moderna Española que tuvo lugar en Pamplona los días 13 y 14 de marzo de 2008.
4 Interesa a este respecto comparar los ajustes realizados en la segunda edición de Vivienda y Ciudad de 1947, así como el desplazamiento del discurso de Acosta en la edición póstuma de Vivienda y Clima, de 1976.
5 El ejemplar se encontró en la biblioteca de la arquitecta María Arce (@arcitecta) en Madrid, a la que llegó a través de Eduardo Payró Gerchunoff (1943-96), amigo de la familia Arce, arquitecto e ilustrador, hijo del crítico de arte Julio Payró y de Rosa Esther Gerchunoff, nieto de Alberto Gerchunoff. El arquitecto, exiliado a España en los años 70 durante el periodo de la dictadura militar en Argentina, se alojó en la casa antes ocupada por su tío, Manuel Kantor (1911- 1983), pintor y caricaturista, esposo de Ana María Gerchunoff y vecino de la familia Arce. El autor agradece a María Arce su aportación inestimable para la elaboración de esta investigación.
6 Traducción de la reedición en inglés realizada por el autor.
7 El editor de Vivienda y Ciudad, Ignacio Aresti, editó otro libro con el mismo formato, Proyectos de Arquitectura, en el que pudo colaborar como diseñador Acosta, por lo que no hay certeza sobre quién determinó el formato.
8 Para rastrear los antecedentes latinoamericanos de investigación en vivienda económica a través de congresos, publicaciones, concursos y exposiciones es interesante la consulta del libro editado por Carlos Sambricio en 2016, o las aportaciones de Ana Patricia Moyano y Adriana Collado al volumen editado por Ramón Gutiérrez (2011).
9 En el editorial del primer número de la revista, de 1931, se podía leer: “En las Arquitecturas regionales, producto de las condiciones de clima, costumbres locales, y materiales de que se dispone, solo el clima tiene un valor absoluto. Lo esencial subsistirá (…). Una división de la arquitectura universal fundándose en las condiciones de clima puede preverse. Arquitectura meridional, terrazas, toldos, losas voladas, luz tamizada. Arquitectura septentrional, grandes superficies vítreas.” (GATEPAC, 1931, p. 13).
10 Respecto a las propuestas de ciudad lineal y red de ciudades lineales que cierran el libro de Acosta, además de los más inmediatos antecedentes soviéticos, cabe recordar dos antecedentes americanos: los estudios de la “Rush City Reformed” de Richard Neutra (1926-27) y las más lejanas (en el tiempo) propuestas avanzadas en Chile por Carlos Carvajal Miranda en Arquitectura racional de las futuras ciudades (1912), conectadas de forma directa a las ideas originales de Arturo Soria y sus propuestas para Madrid.
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Sergio Martín Blas
Doctor arquitecto. Profesor de proyectos arquitectónicos Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid. DPA-ETSAM. Av. Juan de Herrera 4, 28040 Madrid, España.