Artículos REGISTROS, ISSN 2250-8112, Vol. 20 (2) julio-diciembre 2024: 117-138
Turismo en el Paraguay de entre guerras (1870-1932)
La arquitectura del paisaje como recurso generador de condiciones en entornos urbanos y suburbanos de Asunción
Tourism in Paraguay between the Wars (1870-1932): Landscape Architecture as a Resource that Generated Conditions in Urban and Suburban Environments of Asuncion
Carlos Zárate
Cátedra Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay. Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, Universidad Nacional de Asunción, Paraguay
Marli Delgado
Cátedra Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay. Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, Universidad Nacional de Asunción, Paraguay
Resumen
El turismo, como actividad, tuvo sus inicios en Paraguay a mediados de la década de 1870. Su desarrollo en aquellos primeros momentos –tal como sucedió en otros países– estuvo condicionado tanto por componentes de carácter constante, propios del contexto, así como por situaciones coyunturales de alto impacto.
Las necesidades de infraestructura urbana y edilicia para dar soporte a la incipiente actividad fueron resueltas de modo bastante eficiente en medio de situaciones muy restrictivas en cuanto a recursos materiales, técnicos y humanos, con escaso aporte del sector público. Esto implicó intervenciones paisajísticas y arquitectónicas en predios de dominio privado que en varios casos llegaron a integrarse al imaginario colectivo como puntos de referencia. Existieron incluso intervenciones en espacios públicos –aunque también encaradas por el sector privado– donde la modificación del paisaje natural y la trama urbana no solo generaron condiciones necesarias para promover la llegada de visitantes, también implicaron moldear escenarios para que se convirtieran en componentes identitarios de aquellos lugares.
Aun cuando actualmente queden pocos vestigios de aquellas experiencias paisajísticas, tienen un importante valor histórico debido a su incidencia en la instalación y legitimación social de la noción de estetización del paisaje urbano en Paraguay.
Palabras clave: jardín histórico, quinta de recreo, hotel, historia del turismo
Abstract
Tourism, as an activity, had its beginnings in Paraguay in the mid-1870s. Its development in those early moments –as happened in other countries– was conditioned both by components of a constant nature, typical of the context, as well as by situations high-impact situational events.
The needs for urban and building infrastructure to support the incipient activity were resolved quite efficiently in the midst of very restrictive situations in terms of material, technical and human resources, with little contribution from the public sector. This involved landscape and architectural interventions on private property that in several cases became integrated into the collective imaginary as points of reference. There were even interventions in public spaces –although also carried out by the private sector– where the modification of the natural landscape and the urban fabric not only generated necessary conditions to promote the arrival of visitors, they also involved shaping scenarios so that they became identity components of those places.
Even though few vestiges of those landscape experiences remain today, they have important historical value due to their impact on the installation and social legitimation of the notion of aestheticization of the urban landscape in Paraguay.
Keywords: historical gardens, recreational farm, hotel, tourism history
Introducción
El turismo, como actividad, tuvo sus inicios en Paraguay a mediados de la década de 1870. Su desarrollo en aquellos primeros momentos –tal como sucedió en otros países– estuvo condicionado tanto por componentes de carácter constante, propios del contexto, así como por situaciones coyunturales de alto impacto.
Las necesidades de infraestructura urbana y edilicia para dar soporte a la incipiente actividad fueron resueltas de modo bastante eficiente en medio de situaciones muy restrictivas en cuanto a recursos materiales, técnicos y humanos, con escaso aporte del sector público. Esto implicó intervenciones paisajísticas y arquitectónicas en predios de dominio privado que en varios casos llegaron a integrarse al imaginario colectivo como puntos de referencia. Existieron incluso intervenciones en espacios públicos –aunque también encaradas por el sector privado– donde la modificación del paisaje natural y la trama urbana no solo generaron mejores condiciones para promover el interés de los visitantes, también implicaron moldear escenarios para que se convirtieran en componentes identitarios de aquellos lugares.
Ya en aquellos tiempos se distinguían dos tipos de turismo según el origen de los visitantes: interno o locales y externo o extranjeros. Para el primer caso, resultó recurrente el acondicionamiento de predios conocidos regionalmente con el nombre de quintas, situadas en las periferias de ciudades y pueblos. Usualmente, sus visitantes provenían de pueblos cercanos, incluso de otros puntos de la misma ciudad o pueblo donde se encontraban. En estos casos, lo que se procuraba era un sitio que ofreciese todas las comodidades posibles para pasar amenamente unas horas o un fin de semana de expansión y ocio.
Para el segundo caso –visitantes del extranjero– fueron más frecuentes los hospedajes y hoteles pues se apuntaba a ofrecer al turista suficientes comodidades en sectores adyacentes a núcleos urbanos, paisajes naturales y/o escenarios históricos. No está demás aclarar que estas divisiones interno/externo no eran taxativas. Eventualmente, se daban cruces, tanto con residentes del país que se hospedaban en hoteles como con extranjeros que visitaban y/o se alojaban en quintas.
Para abordar estos casos e intentar una aproximación al impacto que generaron en su tiempo, se planteó una investigación de enfoque cualitativo, método histórico y alcance interpretativo, teniendo como objetivo general exponer el modo en que incidió la arquitectura del paisaje en el proceso inicial de la actividad turística en Asunción y, como objetivos específicos, describir las características del contexto en que se desarrolló la actividad, identificar situaciones incidentes en el proceso y examinar rasgos particulares de algunos casos notables. El instrumento de recolección de datos fue principalmente la revisión bibliográfica y de hemeroteca. Esto incluyó menciones en libros de extranjeros que visitaron los sitios considerados, reseñas periodísticas, publicidad en prensa escrita y reflexiones contemporáneas sobre tópicos que se vinculan con el tema.
El marco temporal estuvo definido por el primer período de la historia independiente del país en que se realizaron significativos esfuerzos para atraer visitantes extranjeros, así como también promover el turismo interno.
El universo de estudio abarcó casos donde fue considerada la arquitecturización del paisaje –a diversas escalas– como generadora de condiciones para el turismo en Paraguay en general y Asunción en particular. El criterio de selección de casos se rigió por el volumen de información obtenido sobre aquellos, teniendo en cuenta lo poco abordado que ha sido el tema hasta la fecha. Fue así que se optó por profundizar los casos de Asunción, localidad que no solo era presentada como de interés turístico, también como escala obligatoria en tránsito a otros sitios entre fines del siglo XIX e inicios de XX y sobre la que existió mayor publicidad y referencias escritas tanto dentro como fuera del país.
Turismo, paisaje y arquitectura del paisaje
Si bien tanto en Europa como América existen ya desde inicios del siglo XX numerosos e importantes antecedentes teóricos sobre la relación entre paisaje y turismo, en el caso paraguayo son mínimas las reflexiones realizadas sobre estos conceptos por separado y prácticamente nulos los intentos por vincularlos. El país no cuenta con tradición investigativa en ambos campos ni medios especializados de difusión y debate.1 No obstante, salvando la distancia de contextos, se consideró para el presente trabajo como pertinentes algunas reflexiones conceptuales generadas en otras latitudes, puntualmente lo referido a “turismo”, “paisaje” y “arquitectura del paisaje”, así como al vínculo entre ellos.
Joan Nogué es una de varias voces calificadas que reflexionó sobre los alcances de dichos términos y su vinculación. En su artículo Paisaje y Turismo (Nogué i Font, 1989), conceptualizó al “paisaje” como “el resultado final y perceptible de la combinación dinámica de elementos abióticos, bióticos y antrópicos, combinación que convierte al conjunto en algo único y en continua evolución” (p. 36) y al “turismo” como “el complejo conjunto de relaciones y fenómenos que se desprenden de los desplazamientos y de las estancias temporales, en un lugar determinado, por parte de gente que procede de otro lugar, y que viaja por motivos recreacionales o de placer” (p. 37). Finalmente, identificó lo que a su criterio es el vínculo más estrecho entre ambos conceptos: “el cambio de lugar parece ser no sólo uno de los atributos definitorios del turismo, sino su verdadera esencia (…) una de las variables que mejor le indican al turista ese cambio de lugar tan deseado es, precisamente, el paisaje” (p. 41-42).
No basta, sin embargo, un cambio de escenario. El sitio de destino, por sus cualidades, debe generar una reacción emotiva y altamente placentera en el turista. Quizás por ello resulte tan recurrente la evocación al paraíso en publicidades y descripciones de destinos turísticos, tal como lo señalaron Cardona, Azpelicueta y Serra: “Cuando se ofrece un producto turístico la necesidad humana que se pretende cubrir es el ansia de regreso al Paraíso (…) el éxito de esta oferta viene determinado por su grado de ajuste al mito” (2015, p. 714).
Esto lleva casi inevitablemente a operar artificialmente sobre un escenario determinado, materia de interés de la arquitectura del paisaje, disciplina encargada del diseño y organización de espacios abiertos de diversas escalas. En los casos a ser revisados a continuación, se podrá observar el énfasis puesto en aquellas intervenciones paisajísticas, verificables a su vez en la insistencia y resalte del componente vegetal –sobre la convención del jardín como representación del paraíso– e incluso la evocación explícita al edén en algunos elementos publicitarios y narrativos.
Este arraigado vínculo conceptual jardín-paraíso o jardín-edén, presentó particular consistencia en el contexto asunceno del período analizado, debido al contraste existente entre la presencia natural en general (y vegetal en particular) más bien discreta en el núcleo urbano (actual centro histórico), en contraposición a la exuberancia de los alrededores inmediatos, ocupados en aquellos tiempos principalmente por quintas. Para los habitantes del centro de Asunción, el paso de los escenarios cotidianos, mundanos –absolutamente antropizados– a los paradisíacos –primordialmente naturales– no solo era posible, sino que estaban a escasa distancia. La arquitectura del paisaje de aquellas quintas, cumplían entonces tácitamente el rol de intermediación entre lo antrópico y lo natural, administrando sutilmente los elementos naturales para generar escenarios memorables.
Patrimonio paisajístico en Paraguay
La situación actual del patrimonio paisajístico es crítica en el país. La gran mayoría de los jardines públicos y privados diseñados entre el siglo XIX e inicios del XX han desaparecido, y los pocos que subsisten se encuentran profundamente alterados o en ruinas. Esto se explica fácilmente por el notable desinterés estatal, a partir de mediados de siglo XX en adelante, sobre este tipo de patrimonio. El concepto “jardín histórico” no figura en la Ley de Protección de Patrimonio Cultural y, en consecuencia, tampoco está contemplada su protección en ordenanzas municipales ni existen normas o protocolos de procedimiento. Acompañando este proceso de menosprecio o desinterés, desde la academia siquiera fue considerada la arquitectura del paisaje, ausente en todos los planes de estudios universitarios durante todo el siglo XX y tímidamente consideradas recién a partir del presente siglo. En consecuencia, es casi nula la producción científica sobre el tema durante dicho lapso.
Las razones de desestimación en los ámbitos legales y educativos son a su vez mucho más complejas y profundas, remitiendo a sesgos ideológicos y políticas de Estado, cuya exposición aquí se obvia ya que demandaría extensas páginas y desviaría la atención sobre el tema central de esta investigación.
Existe sin embargo una historia muy rica en el quehacer paisajístico local, que surgió en tiempos de la colonia, se desarrolló casi ininterrumpidamente durante tres siglos y había alcanzado un clímax entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, precisamente, el lapso que abarca este trabajo (1870-1932). De ahí la importancia de promover investigaciones y reflexiones que permitan conocer y entender el modo particular en que fue considerada la arquitectura del paisaje en un momento histórico en que logró algunos de sus hitos más notables y que posteriormente fueron obviados en la narrativa histórica durante las décadas siguientes. La revisión de estos casos no solo permite recuperar parte de la historia del paisajismo paraguayo, también ofrece elementos de gran valor para entender mejor los procesos de otros campos y disciplinas, como es el caso del turismo. Y aporta argumentos objetivos para promover en un futuro cercano iniciativas de protección, restauración y puesta en valor.
Sobre el contexto del objeto de estudio
Una característica muy singular del país es su mediterraneidad, condición compartida únicamente con Bolivia en todo el continente, con la importante diferencia que éste perdió sus costas en 1889, mientras que Paraguay, en cambio, nunca las tuvo. Esto es relevante en el aspecto cultural identitario: nada de la cultura paraguaya remite al mar. Derivado de lo anterior, otro rasgo particular del Paraguay es el relativo aislamiento; la distancia más próxima a un puerto de mar de un país limítrofe es mayor a mil kilómetros. Esto llevó históricamente a cierto grado de autarquía e independencia para la generación de soluciones propias y presentó diversos grados de dificultad en los procesos de transferencia e intercambio con otros países, incluso limítrofes.
El aislamiento genera desconocimiento y al ser secular persiste con el paso del tiempo, aun cuando la coyuntura haya variado significativamente. Incluso en la actualidad, con todas las facilidades comunicativas propias de Internet, Paraguay sigue siendo una incógnita o directamente desconocida para la mayor parte del mundo y pocas veces una opción considerable de turismo para quienes sí saben de su existencia. A inicios de la década de 1870, los pocos datos que se difundían sobre el país giraban casi exclusivamente sobre cuatro tópicos: su aislamiento, sus selvas, la fallida utopía jesuita y los devastadores efectos de la guerra. Precisamente, M. L. Forgues, francés circunstancialmente asentado en Buenos Aires en 1872, apuntaría en su diario al respecto de una inesperada invitación a una incursión al Paraguay: “En un momento, me representé el Paraguay con sus misiones jesuíticas, sus misteriosos dictadores, sus grandes bosques y sus leyendas de la última guerra” (2024, p. 23).
Observaciones como la de Forgues, están presentes en decenas de crónicas de viajeros que pasaron durante el siglo XIX por el Paraguay y que posteriormente eran publicadas en sus países de origen, quizás confiando en que las narraciones de aventuras en un país desconocido fuesen un atractivo para la venta de ejemplares. Estas crónicas –varias de ellas consultadas para la presente investigación– rara vez tenían un sentido promocional del país. Por el contrario, con frecuencia ponían acento en deficiencias y carencias, que redundaban en una imagen de gesta cuasi heroica por parte del autor-viajero. No obstante, resultaron útiles para confirmar, a partir de sus testimonios, la veracidad de lo que se ofrecía en medios de prensa respecto a sitios e infraestructura de turismo.
También incide en la escasa difusión el hecho de que el país no cuente con playas de mar, grandes picos montañosos ni nieve, todos elementos típicos de promoción del turismo de ocio. En compensación, dada su situación geográfica, el clima fue dato a favor, incidente ya desde inicios del período de estudio, según se infiere de diversas observaciones realizadas al respecto por visitantes extranjeros que destacaban lo templado del clima durante el invierno y lo benigno en verano, quizás no la temperatura propiamente dicha pero sí la sensación térmica. Así lo había apuntado también Forgues en su diario, fechado el 10 de septiembre de 1872:
hay que notar que el calor no es tan agobiante como en Buenos Aires. Uno tiene calor como si estuviese en la boca de un horno, pero no produce una transpiración igual a la que se tiene en el Plata con una temperatura un tercio menos fuerte. (2024, p. 96)
Otra característica distintiva es que el país cuenta con numerosos cursos de agua y una variedad vegetal notable y exuberante. El agua es elemento omnipresente en la cultura paraguaya, figurando incluso en el mismo nombre del país (“Y” significa agua en idioma guaraní). Humedales, acuíferos, manantiales, arroyos, lagunas, lagos y ríos surcan profusamente todo su territorio. No está demás señalar que la presencia de dicho elemento es un gran facilitador de vegetación, otro de sus componentes notables de identidad.
La vegetación fue clave no solo para consolidación de las diversas culturas nativas, fue también fundamental para la supervivencia de los primeros colonos europeos. Existen testimonios escritos desde los primeros años de la colonia referidos a la generación de infraestructura edilicia con base vegetal, al cultivo de huertas y jardines, además de numerosos estudios sobre las propiedades medicinales de diversas especies.
Ya en el período independiente, entre finales del siglo XIX e inicios del XX, jardinería y floricultura continuaron con sus procesos de consolidación identitaria del Paraguay en general, y Asunción en particular. Lo había apuntado el británico John Bland en Men, manners and morals in South America: “En junio (que es su invierno) Asunción, ciudad de jardines y naranjos asentados sobre una pequeña colina, suele dar la bienvenida al viajero con un sol agradable” (Bland, 1920, p. 144). También Le Corbusier tuvo similares observaciones, según se indica en el libro Le Corbusier en el Río de la Plata, 1929, donde se transcribieron algunas impresiones del célebre arquitecto:
Asunción me pareció una ciudad jubilosa, lozana, una ciudad encantadora, de una alegría simple, soleada, hormigueante de colores vivos y frescos, todos compatibles entre sí y ligados por el verde frenético de los árboles tropicales. La magia de la Asunción son las flores. Hay flores en todas las casas, en los jardines, en las macetas que se alinean en las ventanas o sobre las azoteas. (Méndez, 2009, p. 44).
Ante la escasez de recursos locales y a falta de otros elementos típicos de la promoción del turismo en otros países de la región, todo lo relativo a la vegetación y el paisajismo fueron tenidos muy en cuenta en Paraguay para desarrollar algunas estrategias tendientes a generar atractores de visitantes en aquellos años. Se trataba de elementos de fuerte presencia física e identitaria, de relativamente simple administración.
Sobre la coyuntura en torno al objeto de estudio
De todas las características locales correspondientes al período comprendido entre la inmediata posguerra contra la Triple Alianza (1870) y las vísperas de la guerra del Chaco (1932), destacan como muy incidentes sobre el objeto de estudio al menos cuatro: el desarrollo de políticas de estado ideológicamente liberales, el arribo al país de una importante cantidad de inmigrantes, la inestabilidad política y la necesidad social de contar con sitios de expansión y ocio.
Con respecto al desarrollo de políticas de estado ideológicamente liberales, estas presentaban un fuerte contraste con el período anterior (1811-1870), que estuvo caracterizado por el monopolio estatal en todos los ámbitos posibles. La liberalización del mercado permitió la diversificación de ofertas de bienes y servicios, reforzado por una tendencia al laissez-faire en ciertos casos, condiciones ventajosas (bajos impuestos o liberación de los mismos, concesiones de inmuebles e insumos, entre otros) para determinados emprendimientos y la delegación de algunas responsabilidades públicas al sector privado. Esto último se verifica particularmente en la absoluta libertad para organizar y administrar territorios, tanto en las colonias de inmigrantes como en las colonias de producción. Desde un punto de vista económico, el resultado general fue prosperidad para el sector privado e ingresos muy modestos al erario.
Con respecto a la inmigración, si bien un fenómeno propio de toda la región en aquella época, es necesario entenderla en el marco de una población fuertemente diezmada a raíz de la guerra (a falta de estadísticas oficiales, las presunciones más sombrías refieren a la muerte de más del 50 % de la población durante el conflicto bélico). Se precisaba servicios y mano de obra para todo rubro imaginable. Las políticas de estado jugaron aquí un papel fundamental, pues se ofrecieron condiciones muy tentadoras para promover el repoblamiento (tierras sin costo, exenciones impositivas, créditos blandos, entre otros). La llegada casi inmediata de diversos grupos de inmigrantes, principalmente europeos (italianos, españoles, franceses, alemanes, entre otros), reconfiguró en pocos años la pirámide social. La vieja oligarquía consolidada desde el período colonial fue prácticamente desintegrada durante la guerra, ocupando su sitial una nueva burguesía, conformada solo en contados casos por familias de tradición aristocrática y/o ilustrada, y sí mayormente por improvisados comerciantes que supieron interpretar los mecanismos de un sistema caótico, logrando acumular importante capital en lapsos bastante breves.
Con respecto a la inestabilidad política, es importante aclarar que, si bien el período transcurrido entre los años 1870 y 1932 fue eminentemente liberal desde el punto de vista de la ideología de estado, fueron igualmente décadas muy agitadas en cuanto a pugnas por el poder. Salvo contadas excepciones, casi ningún mandatario del lapso mencionado logró completar su período presidencial. Esto no afectó de manera significativa ni la definición de políticas públicas ni el funcionamiento de las instituciones del estado, pero sí su financiamiento. Dicho en otros términos, existían planes y visiones relativamente persistentes pese a los cambios de conducción política, pero el estado no contaba con los recursos económicos suficientes para desarrollarlos de manera sostenida.
Finalmente, con respecto a la necesidad social de contar con sitios de expansión y ocio puede señalarse que eran muy limitadas las opciones y comodidades que ofrecía el sector público paraguayo para tales actividades. Para ser más específicos, existían numerosos espacios públicos, pero prácticamente ninguno estaba acondicionado para el goce estético ni equipado para el desarrollo de actividades de recreación.
Esta necesidad sentida fue frecuentemente enunciada –y reclamada– durante aquellos años, por diversas personas y en diversos medios escritos. José Rodríguez Alcalá, en su libro El Paraguay en marcha describió el caso asunceno así:
La población asuncena que trabaja durante toda la semana, en los días domingos abandona sus hogares y se disemina por los diversos lugares que sirven de recreo. Una gran parte toma el tren y sale a los pueblos de los alrededores a pasar el día. Los demás se reparten entre los varios sitios que en la ciudad están consagrados como puntos de reunión. (Rodríguez Alcalá, 1907, p. 40)
Una descripción y valoración aún más elocuente del caso asunceno, fue realizada por el argentino W. Jaime Molins en su libro Paraguay: Crónicas americanas:
La casa-quinta que siguió al solar español, está en todo su apogeo y sobre ella, bordeando las calles de extramuros, se han de levantar los futuros barrios adornados, organizados insensiblemente por el propio éxodo social en los meses de verano, que fomenta el turismo y sustrae de la ciudad recalentada las familias pudientes. Falta, sin embargo, el parque popular que fomente la vida palermitana, ensayando ese intercambio social al aire libre, tan lleno de cultura y tan amado de los espíritus selectos. Falta el “bois” de los desfiles vesperales, que ensaye siquiera el sentimiento estético sobre la vegetación disciplinada, en donde se refleje un poco de solidaridad social, antes que el snobismo importado disperse la vida en los hipódromos y en las distracciones versátiles influenciadas por las grandes capitales. No hay parque aun, ni puede decirse que esté proyectado de fijo. La intendencia municipal se defiende con la exigüidad de sus rentas, y ante tan grave razón, no hay espíritu, por pertinaz y renovador, que se atreva a subvenir a esta necesidad social. (1915, p. 25)
Molins era sin embargo optimista con el futuro próximo del Paraguay en materia de espacios públicos de recreación y turismo:
Ya vendrá el artífice, el Thays, que dé estilo y fisonomía propia al jardín urbano, ya que esta ciudad tiene que ser la capital de invierno de estos países del sur, el centro del turismo, cuando apresure su confort con la salubrificación y el agua corriente, los hoteles y el parque, el afirmado y la arborización. (1915, p. 32)
Esta última afirmación de Molins resulta llamativa, no solo por la convicción de la sentencia y la fe en el futuro, sino también porque fue algo reiteradamente mencionado por otros autores tanto del mismo período como en sus vísperas, como el caso del norteamericano Frank Vincent, quien visitó Asunción en 1885, aun con visibles efectos de la pasada guerra: “es como una ciudad desierta, desolada, silenciosa y triste. Sin embargo, debe resucitar nuevamente; su situación es buena, los alrededores son fértiles y hermosos, el clima es saludable y agradable” (1890; p. 165).
Las quintas de recreo
Fueron una peculiar respuesta del sector privado, que intuyó el negocio tras la necesidad de la población por actividades de ocio y esparcimiento en un contexto que contaba con opciones muy limitadas para el efecto, al menos en cuanto a espacios con infraestructura mínima de apoyo.
Las quintas eran propiedades situadas en los alrededores de las ciudades y pueblos, con una extensión variable entre 5 a 30 hectáreas. Contaban con una edificación principal donde habitaba la familia propietaria, además de otras edificaciones de apoyo donde vivía y trabajaba el personal de servicio. Tras su visita al Paraguay en 1872, Forgues lo había definido así: “La quinta es una pequeña propiedad cultivada. Si se incluye el cultivo de cereales, la quinta se vuelve chacra y si esta última se agranda hasta abarcar la cría de ganado, se convierte en estancia” (2024, p. 63). Aunque contaban con sectores de cultivo, no en todos los casos la finalidad del predio era productiva. A veces, se trataba simplemente de un uso complementario. En otros casos, estos predios siquiera eran el asiento permanente de los propietarios, quienes llegaban al mismo solo fines de semana o en temporada veraniega.
Lo que sí parece ser evidente a partir de los datos obtenidos es que no se creaban las quintas para recreo de visitantes, sino que se adaptaban quintas de producción o las de fin de semana recién en una segunda instancia, para que cumplan además la función de recreo para el público. En esos casos, los propietarios habilitaban sus predios –previo pago de un canon– ofreciendo, además de sus escenarios naturales, servicios de comidas, bebidas, espectáculos musicales y teatrales, algunos incluso alojamiento.
Los jardines eran en muchos casos el atractivo principal. Aunque predominaban los elementos naturales –particularmente la vegetación, pero también otros elementos como el agua o pequeños accidentes topográficos– tenían una solapada pero intensa intervención antrópica. Por la escala de aquellos predios, se prefería articular sus diseños con criterios propios del jardín natural, también llamado coloquialmente Jardín Inglés, estilo surgido en Inglaterra durante el siglo XVIII, caracterizado por rechazar la geometría propia de los jardines formales, presentando la vegetación en aparente estado natural, pero en realidad intensamente arbitrada tanto en su disposición sobre el terreno como en su mantenimiento. Incluían lagunas de bordes perfilados, macizos vegetales, senderos serpenteantes, falsos prados, y algunos elementos artificiales como fuentes de agua, esculturas, glorietas o falsas ruinas. El objetivo era generar escenarios idílicos, como salidos de un cuadro paisajista.
Rara vez hacían promoción en medios de prensa escrita, aunque sí se presentaban como noticia las mejoras que se realizaban en estos lugares, así como el resumen de las actividades desarrolladas durante los fines de semana.
Rodríguez Alcalá, en su ya citado libro, también dedicó unas líneas a las quintas de Villa Morra, periferia de Asunción en aquellos años:
Es el lugar de las grandes quintas de veraneo, en las que muchas familias de Asunción pasan los meses de calor. Los coches que hacen el servicio de la línea a Villa Morra, pasan constantemente llenos de pasajeros durante todas las tardes de los domingos, en que los asuncenos salen de la ciudad a expandir el ánimo en la contemplación de la naturaleza. (1907, p. 41)
Aunque en la actualidad apenas queden algunos vestigios, entre fines del siglo XIX y los primeros años del XX, Iduna fue, posiblemente, la más famosa de todas las quintas de recreo del país. Ubicada a cinco kilómetros del centro histórico de Asunción, sobre la actual avenida Eusebio Ayala, contaba con una superficie mayor a veinte hectáreas, donde estaba erigido un elegante edificio de líneas neoclasicistas habitado por Henry Mangels y su familia. El predio contaba además con varios jardines, criteriosamente diseñados y puntillosamente cuidados, destacando el jardín principal en torno a la vivienda, el sector de viñedos, la avenida de pacurís, entre otros (Figura 1).
Figura 1. Henry Mangels, ca. 1903, en uno de los jardines de Iduna. Se observan zonas de césped prolijamente recortados, senderos, fuente de agua y como telón de fondo espesa vegetación donde conviven especies nativas y exóticas. Publicado en Mangels, H., 1904, p. 193.
Mangels fue un botánico y comerciante alemán, que llegó al Paraguay en misión diplomática en 1870, apenas finalizada la guerra contra la Triple Alianza. Encargó aquel mismo año la realización de un plano manzanero de Asunción, habilitó la primera librería de post guerra en 1872 y participó activamente en diversos emprendimientos comerciales, ganando rápidamente el afecto y admiración de la población. Adquirió el citado predio y lo habilitó para recibir visitantes los fines de semana a partir de la década de 1890.
Una particularidad de aquellos jardines fue que cumplían otras funciones además de estéticas y ser sitios de expansión y ocio. Constituían prioritariamente un jardín de estudio botánico y su importancia entonces era superlativa, teniendo en cuenta que Paraguay no contó oficialmente con un Jardín Botánico público sino hasta 1914. Mangels llevaba puntilloso registro de las especies existentes e incorporadas, además de apuntes sobre el desarrollo de las mismas, sus propiedades y su compatibilidad con el contexto. En 1904, publicó el libro “Wirtfhaftliche, Naturgefchichtliche Und Klimatologifche Adhandlungen Aus Paraguay”, material de referencia para la época. Mucho de lo incluido en aquel texto estuvo basado en sus observaciones sobre la vegetación de su quinta, a la que dedicó varios subtítulos. Además, en el último capítulo denominado “Composición vegetal de Quinta Iduna en 1903”, presentó un detalle de todas las especies componentes de sus jardines, con nombre común y científico. El listado consideraba “Plantas con frutos comestibles” (63 especies), “Plantas para infusiones” (17 especies), “Especies ornamentales” (más de 76 especies), “Árboles madereros” (40 especies), “Coníferas” (más de 12 especies), “Palmeras” (23 especies), “Cactáceas” (13 especies) y “Bambúseas” (más de 9 especies).
En cuanto a imágenes, casi la totalidad de las que integran el libro pertenecían a escenarios de la quinta. Pese a toda la documentación existente, se desconoce hasta la fecha si existieron planos de aquellos jardines. Tampoco existen muchas fotografías del predio, unas pocas fuera de las publicadas en el libro mencionado. La quinta de recreo siguió funcionando como tal unos años después de la muerte de Mangels hasta que fue finalmente loteada tras el fallecimiento de su viuda, en 1926. La totalidad de los jardines desaparecieron y solo persiste un pequeño sector2 donde aún existe la ostentosa vivienda de su creador (Figura 2).
Figura 2. Mansión de Iduna, ca. 1903. Se observa en la parte superior de la edificación una escultura en hierro fundido que representa a Iduna, diosa nórdica de la eterna juventud, cuyo nombre llevaba la quinta. Publicado en Mangels, H., 1904, p. 103.
Figura 3. Única imagen conocida hasta la fecha, de la edificación de la quinta de Antonio Villa (centro de la imagen), ca. 1910. Tarjeta postal (detalle). Se observa además el tren desplazándose rumbo al centro de la ciudad, a punto de cruzar el puente sobre el arroyo Mburicao. La vía se sitúa sobre la actual avenida Mariscal López. Recuperado de https://imagoteca.com.py/paraguay-la-recoleta-asuncion. Acervo Milda Rivarola www.imagoteca.com.py
Pero el caso asunceno más enigmático en cuanto a jardines de quintas se refiere, es el de Antonio Villa, en la zona de la Recoleta, para entonces también periferia de Asunción. El vacío de información gráfica sobre el propietario y su obra contrastan fuertemente con la recurrencia de menciones escritas que mereció el predio por largos años, registrados en diversas publicaciones locales y extranjeras (Figura 3).
Entre las numerosas alusiones escritas, puede citarse, por ejemplo, la que hiciera en su libro el ya mencionado Frank Vincent, tras su visita al local en el año 1885: “En este lugar también florece un jardín de flores y frutas. Es un lugar muy bonito de ese tipo” (1890, p. 170). O la descripción de un turista al año siguiente: “Al otro lado de la calle que divide la Recoleta, está el Hotel y Jardín de Antonio (…) aquello es un punto de descanso para los caballeros y aun damas de Asunción que van a pasear” (Impresiones de un viajero en Asunción, 16 de enero de 1886, p. 1). La descripción del argentino Gabriel Carrasco en su libro Cartas de viaje por el Paraguay, también resulta significativa:
Pero, lo que hay de verdaderamente hermoso en la Asunción, son sus alrededores: un Tramway comunica con el paseo llamado la Recoleta, cuyo trayecto de más de una legua, está cubierto de bellísimos jardines, algunos de los cuales tienen edificios elegantes, que sin ser tan hermosos, hace recordar el Paso del Molino, en Montevideo. Allí existe un paseo muy concurrido, y una especie de hotel en que, a más de venderse licores, hay una gran colección de plantas que hace la delicia de los aficionados. (Carrasco, 1889, p. 95).
El apoyo de los compatriotas de Antonio Villa también estuvo presente: “La casa de Villa es una de las mejores cuidadas, todo en orden y limpio. Vasos con flores sobre los muebles, cortinas, pianoforte, divanes elegantes, buffets, óptimas bebidas, servicio insuperable, y flores, flores y flores que crecen por todas partes” (Restaurant, 21 de marzo de 1886, p. 2). Entre los elogios locales, resalta el mote de "Versalles del Paraguay”, con que fue aludido en una breve nota periodística (Recoleta, 9 de mayo de 1880, p. 2). Incluso un par de décadas después de fallecido Villa y desaparecido su jardín, aun de tanto en tanto merecía algún recuerdo en medios de prensa:
Era una tarde, relativamente fresca, del mes de enero de 1886. El paseo vespertino obligado tocaba a su fin ya. Tal paseo consistía en subir a un tranvía y dejarse llevar hasta lo de Antonio Villa (…) Tenía él su gran café y confitería, sala de banquetes soberbios muchas veces, y jardín de flores.3 (Crónicas de antaño, 12 de marzo de 1924, p. 3)
Una peculiaridad del emprendimiento de Antonio Villa es que inició como un vivero de especies ornamentales al poco tiempo de concluida la guerra y con el paso de los años fue incorporando servicios. Una cafetería primero, un restaurant después, hasta habilitar finalmente habitaciones de hotel. Y con cada cambio, también variaba el nombre del local. En distintas publicidades entre las décadas de 1870 y 1890, puede verificarse la evolución del emprendimiento, así como la constante referencia a sus jardines como elemento de interés (Ver cuadro 1).
Otra quinta asuncena concurrida entre finales de la década de 1920 e inicios de 1930 fue la de Humberto Casaccia, situada en las faldas del cerro Lambaré. Una nota periodística daba cuenta de las mejoras realizadas en el predio para los visitantes:
La quinta Casaccia, una de las mejores por su situación y comodidad situada sobre el río Paraguay, a pocas horas de la capital, constituye un lugar de paseo de muchas familias de nuestra sociedad. La entrada del invierno la hará de moda para los paseos dominicales. (La quinta Casaccia, 22 de mayo de 1930, p. 1)
La crónica estaba acompañada por algunas foto-grafías que evidenciaban una edificación más bien modesta, pulcros jardines con típicos elementos como bancos, farolas, glorietas y especies ornamentales, teniendo como telón de fondo al cerro Lambaré y al río Paraguay (Figura 4).
Pese a ser reconocido sitio de recreo en su tiempo y estar dentro de la capital, fue desvaneciéndose en la memoria colectiva, al punto que actualmente pocos conocen su historia. Persiste apenas el nombre coloquial del sitio, Puerto Casaccia. A medio camino en el proceso de olvido, un grabado de Jacinto Riveros4 fechado en 1982, recrea lo más resaltante en la memoria del artista respecto a aquel lugar, plasmando la edificación entre una densa vegetación, a orillas del río. Ya nada en la obra siquiera sugiere la existencia de jardines (Figura 5).
Cuadro 1. Diversas publicidades del mismo emprendimiento de Antonio Villa entre 1877 y 1887.
Fecha de publicación |
Nombre del periódico |
Nombre del local |
Extracto de contenido de la publicidad |
19/08/1877 |
La Reforma |
Gran depósito de plantas |
“En este establecimiento se encuentran en venta por mayor y menor toda clase de plantas frutales y de flores venidas de abajo. Sus dueños se ocupan de formar jardines en casas de la ciudad y quintas, a precios sumamente baratos”
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05/08/1879 |
La Reforma |
Almacén de Antonio Villa |
“En este antiguo y acreditado establecimiento, situado en la Recoleta al lado del Cementerio, se encuentra además de los artículos del ramo, un hermosísimo jardín que contiene flores de diversas clases, plantas y semillas de café en buena condición. Entre las flores se encuentran las afamadas cinesias, magnolias y camelias. Se confeccionan ramilletes a gusto de los interesados. Las personas que quieran en días festivos hacer paseos en el campo, esta casa se compromete a recibirlos a toda hora del día”
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03/05/1881 |
La Democracia |
Paseo de la Recoleta |
“En el muy conocido Paseo de la Recoleta, se encarga de hacer ramos, ramilletes, bouquets y coronas de flores exquisitas de diferentes gustos y tamaños al capricho del interesado a precios sumamente ínfimos. Asimismo se encarga de arreglar jardines (contando para el efecto con un hombre inteligente en la materia, recién venido de Buenos Aires) teniendo para ello plantas lindas y variadas”
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08/1884 |
El Heraldo |
A los Campos Elíseos |
“Quinta, restaurant y jardín situado en la Recoleta. De Antonio Villa. Flores, encajonadas para exportar, hay de lo que se busque, rosas, jazmines, diamelas, jazmín del cabo y otras mil clases de flores, del país y del exterior”
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06/08/1886 |
El Heraldo |
Casa de Recreo en la Recoleta |
“Este establecimiento situado en un punto pintoresco, ofrece grandes comodidades a las personas que deseen pasar un rato agradable. Cuenta con un espléndido salón, cuartos de baño, piano, una hermosa quinta; hay siempre en venta un surtido de plantas y semillas, como ser: Jazmín del Cabo sencillo, doble, macio, diamante y enredadera, Cinesia sencilla y doble, helechos de toda clase, flor de aire, varias clases, semilla del país, Jazmín del Paraguay, Jazmín Mango, Flor de mediodía”
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09/07/1887 |
La Democracia |
Recreo de la Recoleta |
“Paraje pintoresco, jardín el más hermoso de la Asunción, el Recreo de la Recoleta satisface hasta los gustos más delicados o caprichosos. Cómodas y ventiladas piezas ofrece el nuevo edificio a las familias y caballeros que deseen pasar un día expansivo y grato en ese delicioso lugar. De plantas y de flores el Recreo de la Recoleta cuenta en grandes cantidades, así que puede atender con prontitud toda clase de pedidos sobre las unas como las otras”
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Elaborado por los autores a partir de publicaciones del período.
Figura 4. Vista de un sector de los jardines de la quinta Casaccia, con el río Paraguay de fondo. El Paisaje natural como protagonista, enmarcado solo con mínimas intervenciones. La quinta Casaccia, (22 de mayo de 1930). La Tribuna, p.1.
Figura 5. Puerto Casaccia. Grabado de Jacinto Rivero, fechado en 1982. La obra destaca los elementos naturales (río, vegetación, cerro), además de la arquitectura, pero ya no contiene ninguna referencia a los jardines. Recuperado de Portal Guaraní https://portalguarani.com/280_miguela_vera/22464_recordando_a_jacinto_rivero_y_miguela_vera_2014.html
Entre las numerosas quintas asuncenas situadas sobre las avenidas actualmente denominadas Mariscal López (ex avenida Colombia) y España, también varias de ellas estaban abiertas a los visitantes. Nuevamente, una crónica periodística describe al detalle la situación y contexto:
Alejados de la brega fatigosa de la vida ciudadana, del intenso trajín de vías céntricas y del ruido múltiple de los vehículos de carga y pasajeros, existen sitios de recreo propicios a los amables esparcimientos del espíritu; jardines, parques y quintas que ofrecen al público momentos de reposo y olvido de las diarias preocupaciones. La quinta del señor Manfredo C. Russo en la avenida Colombia es uno de esos lugares. Por sus jardines amplios y hermosos, por el aire oxigenado que allí se respira y por la cordialidad de su propietario, al atardecer de cada día se encuentra frecuentada por numerosas y distinguidas familias de nuestra sociedad. También cuenta con una moderna piscina de natación, que brinda sana felicidad y ruidosa alegría a los innúmeros bañistas que en los días de calor, se refugian en las prístinas ondas de sus aguas. El señor Russo, además es un hombre de empresa. Aprovecha el benigno clima de su quinta para ensayos experimentales como la cría de pejerreyes y los cultivos de diversas especies agrícolas. (Un hermoso y acogedor lugar…, 21 de enero de 1932, p. 1)
La quinta de Manfredo Russo es una de las pocas que abrían sus puertas al público durante toda la semana. Quizás haya incidido la distancia, pues era una de las más próximas al actual centro histórico de la ciudad, a la que podría accederse en menos de una hora de travesía, con lo cual había público asegurado permanentemente. También resulta singular de aquel sitio la actividad de piscicultura, algo poco frecuente en quintas, al menos en los registros.
Otras quintas asuncenas que eventualmente abrían sus puertas al público fueron la de Bernardino Caballero (actual parque Caballero), Las Violetas (de la familia Vierci), San Rafael (de la familia Guanes), las de Ernersto Haug, Rodney Croskey, Leopoldo Soria, Federico Krauch, Uriarte, Stewart, Andreani, Soljancic, Escobar, entre otras (Figura 6).
Figura 6. Laguna de la quinta Caballero, Año 1909. En esta escena, trabajada por el italiano Giovani Ceriani en 1883, se distingue en primer plano una laguna de bordes limpios y perfilados, vegetación profusa en segundo plano y una pradera artificial de fondo. Recuperado de https://imagoteca.com.py/lago-de-la-quinta-caballero-asuncion/ Acervo Milda Rivarola www.imagoteca.com.py
Jardines de hoteles
Entre los antiguos hoteles de Asunción, sin dudas el más emblemático es el Gran Hotel del Paraguay. Esta institución inició sus actividades bajo tal denominación hacia 1905, en un predio que ya para aquella fecha acumulaba mucha historia. El sitio había pertenecido a Madame Elisa Lynch5 hasta el final de la guerra y a partir de 1882, con otros dueños, ya funcionaba como un sitio de recreo y hospedaje (Migliore, p. 82). Un
relevamiento de las edificaciones del predio en el año 1874, denotaban la existencia de un edificio principal con cuatro ambientes dispuestos sobre un eje lineal, circundado por galerías; una segunda edificación de igual cantidad de habitaciones pero con galería solo en uno de los frentes; una tercera construcción de menor tamaño, con un módulo cerrado y otro intermedio; y una cuarta edificación aún más pequeña, de un único ambiente cerrado (Figuras 7 y 8).
Figura 7. Plano del lote donde se asentó posteriormente el Gran Hotel del Paraguay. Lo construido tiene mínima presencia visual respecto a las dimensiones del lote. Publicado en Durán, 2018, p. 57.
Figura 8. Plano de edificaciones preexistentes que sirvieron al Gran Hotel del Paraguay en sus inicios. Se observan habitaciones estrechas, con aberturas que no garantizan buena iluminación natural ni ventilación, pero circundadas por amplios espacios intermedios, que cumplen además el rol de transición entre el paisaje natural y los espacios cerrados. Publicado en Durán, 2018, p. 59.
Con el paso de los años el hotel fue ganando prestigio local e internacional. Si bien parte de la edificación del siglo XIX siguió en pie y fueron incorporadas muchas otras construcciones en el predio, posiblemente lo más comentado, promocionado y mejor conservado siempre fueron sus jardines, que dan un aire campestre y pintoresco al lugar. Una publicidad del local en la Guía General del Paraguay, mencionaba que era el “único hotel con jardín” (Duarte, 1920, p. 110). Lo de “único”, aunque no fuese verdad como podrá verse en los próximos párrafos que analizan otros casos de la época, es sin embargo útil para verificar la importancia otorgada a los espacios verdes en estos programas arquitectónicos. Lo del jardín en sus promociones fue recurrente. En otra publicación también denominada Guía General del Paraguay, se mencionaba en una publicidad: “Habitaciones con baños privados, 12.000 metros cuadrados de Jardines, Canchas de Tenis” (1926, p. 110) (Figura 9).
Así como el Gran Hotel del Paraguay, otros establecimientos de la capital recurrieron a sus propios jardines como uno de sus elementos promocionales, entre ellos el Hotel de Roma, que mencionaba en su publicidad que “el jardín es un nuevo Edén, hay glorietas en donde la persona de gusto, verdadera apreciadora, encontrará todo lo que apetece” (Confitería del hotel de Roma, 2 de diciembre de 1880, p. 3). También son dignos de mención el Hotel España y el Parque Hotel, que ya incluían fotografías de sus instalaciones en sus publicidades, a inicios del siglo XX (Figuras 10 y 11).
Otro caso igualmente notable en Asunción –pero mucho mejor documentado– es el del actual barrio Villamorra, en zona inmediatamente aledaña a la Recoleta. Allí Francisco Morra (médico italiano que había llegado al Paraguay en 1869) adquirió numerosos terrenos colindantes hasta acumular aproximadamente 140 hectáreas. Seguidamente, abrió calles internas poniendo a la venta los lotes resultantes en el año 1888. La iniciativa no solo tuvo amplia aprobación ciudadana y gubernamental, Morra se permitió varias licencias, entre ellas, asignar nomenclatura a las nuevas arterias (Figura 12).
Figura 9. Una sección de los jardines del Gran Hotel del Paraguay ca. 1969. Su aspecto remite a un pintoresquismo autóctono, basado en la consideración profusa y variada de vegetación. McKernan, 1970, p. 38.
Figura 10. Fotografía promocional del Parque Hotel. Se observa la edificación retirada varios metros de la línea municipal, dando lugar a un amplio jardín que incluye coníferas y una senda de palmeras. Duarte, 1920, p. 440.
Figura 11. Fotografía promocional del Hotel España con la leyenda “Glorieta y Jardín”. Corresponde al patio central del predio. Monte Domecq,1915, p. 185.
Figura 12. Detalle del plano original del loteamiento de la Villa Morra (actual barrio Villamorra). Nótese el Hotel y el balneario (Baños) en el centro del conjunto. Morra, 2012, p. 63.
El sitio quedaba
distante del actual centro histórico de Asunción y el camino que los conectaba
presentaba malas condiciones. Morra sin embargo previó la situación, pues unos
años antes había adquirido el permiso para construcción de una vía de tranvía que
conectara el puerto de Asunción con sus tierras. Las vías llegaron aquel 1888 y
los lotes fueron rápidamente ocupados por sus nuevos propietarios (Morra, C.,
123-128).
Finalmente, Morra quedó con algunas parcelas en el centro mismo del loteamiento, donde montó su emprendimiento principal, un gran hotel rodeado de jardines frente a un importante balneario también construido para el efecto, al que Domingo Faustino Sarmiento, amigo de Morra, llamaba “Termas del Caracalla”. Resulta notable el gesto hacia la naturaleza circundante, pues pese a las dimensiones de lo edificado y al esfuerzo que implicó su construcción, estaban retirados de la línea de calle lo suficiente para quedar ocultos tras frondosos árboles. La crónica periodística de la época, relatando lo que ocurría en el sector, resulta muy descriptiva:
Muy cerca se levantan dos grandes galpones donde se fabrican ladrillos exclusivamente destinados a las construcciones de la Villa Morra. Las primeras casas pertenecen a colonos agricultores que tienen sus plantíos a la izquierda de la vía. Solamente de jazmines tienen 4000 plantas y muchas legumbres (…) Dos grandes construcciones de 30 metros de frente estilo casual se levantan a uno y otro lado de la vía. Una de ellas destinada a un gran hotel (…) Noventa y seis obreros trabajan actualmente bajo la dirección de nueve maestros directores (…) Frente al edificio principal se ha conservado un bosquecillo pintoresco. En su centro y a la sombra de la arboleda se practica una excavación para formar un baño soberbio. (La Villa Morra, 22 de octubre de 1888, p. 1) (Figura 13).
Figura 13. Grabado promocional que muestra el acceso al balneario (baño) de Villa Morra. La vegetación ocupa toda la atención visual de la escena. Morra, 2012, p. 148.
El cierre de un ciclo y de su visión sobre el turismo
Ya desde finales de la década de 1920 se observa un paulatino declive en la consideración de jardines como elemento promocional para el turismo en general y el hospedaje en particular en el Paraguay. Son muchos los motivos conjugados, pero pueden puntualizarse tres de los más importantes:
Primero, el progresivo acondicionamiento para el ocio y la distención de los espacios públicos preexistentes. Las plazas de numerosas ciudades y pueblos, que iniciaron lentamente el proceso de incorporación de tratamiento de diseño a partir de fines del siglo XIX, proliferaron desde las vísperas del primer centenario de la independencia (1811-1911). En ese lapso surgieron también los primeros parques públicos, como el Jardín Botánico y Zoológico de Asunción (primer parque nacional) y el Caballero (primer parque municipal de Asunción). También, desde fines de la década de 1920, los paseos costaneros de Asunción, Encarnación, Concepción y Pilar. De este modo, los jardines públicos se constituyeron en una alternativa real para el ocio local, teniendo en cuenta la proximidad.
Segundo, la aparición del automóvil y el consecuente acondicionamiento de caminos para el tránsito de los mismos. El primero llegó al Paraguay en 1906 y durante los siguientes años aparecieron esporádicamente otras unidades. A partir de la década de 1920 se dio un aumento sostenido en la importación. En 1924 se fundó el Touring y Automóvil Club del Paraguay. Ese mismo año, se realizó el raid Asunción-Paraguarí y un par de años después, el raid internacional Asunción-Buenos Aires. Lo que el automóvil prometía y posibilitaba era mayor independencia de desplazamiento. Con eso, aumentó la promoción de sitios considerados hasta entonces exóticos e inaccesibles (ruinas jesuíticas, campos de batalla, escenarios naturales), desplazando paulatinamente el foco de atención hacia ellos.
Es de inicios de 1932 la Guía Geográfica de Turismo, primera publicación de su tipo en el país, patrocinada por el Touring y Automóvil Club del Paraguay. Se trató de un voluminoso material de más de 500 páginas, abundante información escrita y fotográfica, 80 mapas de rutas y caminos, además de 50 planos de ciudades y pueblos. Uno de los puntos resaltantes de esta guía era el incentivo al desplazamiento en automóvil, todo su contenido apuntaba a ello: “Los planos o mapas trazados para automóviles carecen de precisión científica; pero llenan su objetivo” (Bordón, 1932, p. 2). En este compendio figuraban numerosos hoteles, tanto en listado como en publicidad, pero casi ninguno mencionaba ya a sus jardines. En cambio, la mayoría ofrecía cochera para automóviles.
Y tercero, la Guerra del Chaco (septiembre 1932 - junio 1935), que concentró la mayor parte de las atenciones y esfuerzos, tanto del gobierno como de la población. Como es de suponer, durante el conflicto se redujo de manera notable no solo la afluencia de turistas extranjeros, sino también el movimiento interno. Al culminar tres largos y desgastantes años de conflicto, la realidad local e internacional era ya muy distinta. La oferta turística en los demás países de la región se había consolidado, mientras que en Paraguay iniciaba un nuevo período de inestabilidad política que desembocaría en la guerra civil de 1947.
Reflexiones finales
Los orígenes de la actividad turística en Paraguay pueden situarse en el período comprendido entre mediados de la década de 1870 y fines de la década de 1920. Dicho lapso estuvo caracterizado por la generación de escenarios que resultaran autosuficientes en cuanto a atractivos para los turistas en el mismo lugar en que se hospedaban, debido principalmente a los obstáculos que presentaba el traslado –incluso en un radio cercano– hasta otros sitios de interés. Estas dificultades tenían que ver con caminos en mal estado o inexistencia de los mismos, así como limitadas opciones de transporte y nula infraestructura y equipamiento urbano en otros sitios.
Uno de los recursos más frecuentes para que dichos escenarios resultasen atractivos fue apelar a la arquitectura del paisaje y la jardinería. Aun cuando se conozcan pocos registros gráficos, es notable lo recurrente en las referencias escritas sobre ese tópico, tanto en crónicas como en publicidades.
La estrategia fue tan eficiente en su momento, que hasta existieron casos en los que se aplicó el mismo principio, pero a escala mayor, ya de impacto urbano. Esto es verificable en la propuesta de Morra, que sobrepasaba en alcance e incidencia a la escala acotada del jardín de un predio, situación que se reiteró en otros casos no incluidos en este artículo pero que son de escala similar y de la misma época, como las reformas de Weiler (San Bernardino, 1901), Patiño Cue (Itauguá, 1909) o el Plan Madrigal (Villarrica, 1890), entre otros. Ninguna de estas operaciones urbanas se dio para resolver algunos de los problemas típicos de las grandes urbes (densidad poblacional, salubridad, conflictos viales, etc.) sino para generar escenarios urbanos más atractivos.
Con respecto al caso de Villa Morra, sin dudas el más complejo de todos tanto por la escala de intervención como por el equipamiento e infraestructura incorporados, merece destaque también una decisión intangible pero que desde lo simbólico tiene interesantes implicancias: el nombre de las nuevas calles de la urbanización.
Gilles Bienvenu refirió que una de varias condiciones para identificar que una sociedad tenga desarrollado el sentimiento estético hacia el paisaje es la presencia de una toponimia que valorice los sitios (Bienvenu, 2008). Las calles abiertas por Morra en 1888 fueron nominadas con alusiones tales como Miraflores, Del Monte, Del Parque, Bella Vista, Del Cerro, De los Colores, De los Azahares, De las Aves, De Las Palmeras. Tales denominaciones no solo cumplen el requisito mencionado, presentan además un fuerte contraste con los nombres de calles del centro de la capital que estaban vigentes en aquellos tiempos. Una investigación realizada por Roberto Céspedes respecto a las variaciones de nombres de calles del centro de Asunción revela que para el año 1889, si bien el 34,5 % de las calles evocaban una toponimia, estaban estrictamente referidas a nombres de pueblos y ciudades, sin ninguna referencia a componentes paisajísticos (Céspedes, 2023). En cambio, el caso Villa Morra puede interpretarse como algo que va más allá de ser otra aventura inmobiliaria. Cada una de sus decisiones y propuestas traslucían una voluntad de incorporar a la sociedad el paisaje (natural y diseñado) como un valor urbano.
En contraposición, lo que sucedió a partir de fines de la década de 1920 puede describirse como una profunda variación en la consideración y uso de los sitios de hospedaje, que dejaron paulatinamente de ser pensados como puntos de destino, pasando a ser puntos de transición. Esto restó presión sobre lo que hasta entonces era casi un imperativo: presentar el hospedaje como principal atractivo a los visitantes. En cambio, se puso el acento promocional sobre las comodidades y facilidades para acceder a otros sitios a partir del punto de hospedaje. El automóvil adquirió una importancia superlativa y desconocida hasta entonces. Se puso el énfasis en sitios de interés natural e histórico, en la existencia de caminos para acceder hasta ellos y garage en los establecimientos. Inexorablemente, los hoteles y hospedajes fueron perdiendo el aura y la expectativa de ser sucursales del paraíso.
Con respecto a las quintas de recreo –preferidas para el turismo interno– debieron competir en el mismo lapso con los novedosos parques públicos y privados, clubes sociales y deportivos, paseos costaneros, entre otros. Con tanta competencia, para la década de 1940 ya prácticamente habían desaparecido como opción.
Aquellas experiencias paisajísticas tienen un importante valor histórico para el Paraguay debido a su incidencia en la instalación y legitimación social de la noción de estetización del paisaje urbano. Actualmente, quedan pocos vestigios de las mismas. Por ello, algunos de esos casos adquieren extraordinario resalte, no solo por su vigencia, sino también porque aún presentan a sus jardines como parte de sus estrategias publicitarias, consolidadas por una sumatoria de esfuerzos cotidianos y eventos extraordinarios a lo largo de más de un siglo.
Notas
1 Con respecto al turismo, esto se explica en buena manera debido a que no constituye un rubro vital para la economía paraguaya, al que contribuye cifras anuales modestas, por debajo del 2% del PIB. Con respecto al paisaje, se explica mejor en el subtítulo “Patrimonio paisajístico en Paraguay”.
2 Actual sede de la Secretaría Nacional de Deportes del Paraguay.
3 Transcripción de Juan Migliore en Hoteles en el Paraguay del siglo XIX, p.122.
4 Riveros, Jacinto (1932-1996). Reconocido artista visual paraguayo, discípulo de Livio Abramo.
5 Lynch, Elisa (1833-1886). Pareja del Mariscal Francisco Solano López. El predio mencionado fue expropiado tras la conclusión de la guerra, en 1870.
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Carlos Zárate
Arquitecto, Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte. Universidad Nacional de Asunción. Magíster en Restauración y Conservación de Bienes Arquitectónicos y Monumentales. Docente de las cátedras Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay, Teoría de la Arquitectura 2 y Arquitectura del Paisaje 1. Coordinador de Área de Teoría y Urbanismo de la carrera Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Campus UNA. San Lorenzo, Paraguay. Cód. Postal 111421.
https://orcid.org/0009-0002-3274-375X
Marli Delgado
Arquitecta, Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte. Universidad Nacional de Asunción. Docente de las cátedras, Arquitectura 4, Urbanismo 3 e Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay, Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Campus UNA. San Lorenzo, Paraguay. Cód. Postal 111421.