REGISTROS, ISSN 2250-8112, Vol. 21 (2) julio-diciembre 2025: 1-9
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Procesos de verticalización en América Latina en la primera mitad del siglo XX
Virginia Bonicatto
Instituto de Investigación en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HITEPAC), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Juan Sebastián Malecki
Instituto de Humanidades (IDH), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Claudio Solari
Facultad de Arquitectura Planeamiento y Diseño. Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
Editores responsables del número
Desde el proyecto de investigación “Crecimiento vertical. Miradas sobre las construcciones en altura en Argentina, 1910-1960” (Universidad Nacional de La Plata), hemos realizado un conjunto de investigaciones, encuentros, publicaciones y jornadas sobre la verticalización y las múltiples problemáticas que se abren en torno a este tema (arquitectónicas, estéticas, visuales, normativas, constructivas, urbanas). En 2024, llevamos adelante el I Congreso internacional “Historia de las construcciones en altura. La verticalidad en las Américas entre los siglos XIX y XX”. El evento, realizado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata, congregó ponencias de Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Estados Unidos, Perú, Italia y Francia. La cantidad y calidad de trabajos recibidos y los debates sostenidos en el congreso dan cuenta de que la temática resulta de un gran interés en la actualidad.
Efectivamente, desde su aparición a finales del siglo XIX, el crecimiento vertical de las ciudades, y particularmente los rascacielos, no han dejado de cautivar la atención e imaginación de arquitectos, urbanistas, ingenieros, planificadores, artistas, políticos y el público en general. Prontamente, la verticalización fue sinónimo de progreso. Su expansión por fuera de los Estados Unidos a países como Argentina, Brasil o Uruguay reforzó la idea del continente americano como locus privilegiado de la modernidad y el progreso (técnico, económico y urbano). El debate, lejos de estar agotado, invita a repensar el desarrollo del rascacielos por parte de diversos comitentes, en la realización de torres y centros corporativos de negocios, en la utilización de la tipología en altura como elemento ordenador en planes y proyectos urbanos por parte del Estado y planificadores, o como motivo recurrente en la cultura visual.
Collage. Rascacielos y torres de Buenos Aires. Autora: Ana Brandoni
Desde finales del siglo XIX, las principales ciudades latinoamericanas comenzaron a experimentar el crecimiento en altura del tejido de sus centros urbanos históricos. Este fenómeno estuvo determinado por una serie de factores interrelacionados. Por un lado, el crecimiento demográfico, acelerado especialmente por la llegada masiva de inmigrantes europeos a finales del siglo XIX y principios del XX, fue un componente esencial. Ciudades como Buenos Aires, San Pablo, Montevideo o Río de Janeiro vieron incrementada significativamente su población en pocas décadas, lo que derivó en una mayor densidad urbana y en la necesidad de optimizar el uso del suelo disponible. Como ejemplo, entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Buenos Aires creció de manera notable. Incrementada por la inmigración europea, la población pasó de 177.787 habitantes en 1869 a 1.575.814 en 1914 y 1.700.000 hacia 1919 (Devoto, 2003). En el caso de Sao Paulo, su población era de 239.820 hacia 1900 y 500.000 hacia 1920 (Ribeiro de Souza, 2020).
Por otro, el crecimiento, industrialización y los procesos de modernización trajeron consigo transformaciones profundas en las estructuras productivas y sociales, generando nuevas demandas en el ámbito urbano. Al mismo tiempo, el desarrollo económico, muchas veces impulsado por políticas estatales proteccionistas y el auge de sectores como el café o la industria manufacturera, favoreció la llegada e implantación de empresas y capitales nacionales e internacionales en las principales capitales regionales.
Este contexto facilitó la aceptación y posterior expansión de la construcción en altura como respuesta a los nuevos desafíos urbanos, consolidando la verticalización como símbolo material de progreso, modernidad y estatus en el imaginario colectivo de América Latina (Romero, 2009; Almandoz, 2002; Almandoz, 2018). Así, el aumento de población y el crecimiento económico en las principales ciudades latinoamericanas promovió tanto la creación como también la llegada de empresas y firmas que decidieron implantar sucursales apostando a un emergente mercado de consumidores.
Desde los primeros años del siglo XX, las imágenes de Nueva York y de los rascacielos norteamericanos comenzaron a difundirse ampliamente en los medios de comunicación de América Latina. Esta circulación no solo permitió dar a conocer la arquitectura en altura de Estados Unidos, sino que también contribuyó a consolidar la percepción del rascacielos como símbolo indiscutible de progreso y modernidad. Por medio de artículos, fotografías y reportajes publicados en la prensa, su figura dejó de ser exclusiva del contexto norteamericano para convertirse en un referente aspiracional en el imaginario colectivo de las sociedades latinoamericanas (Fara 2020; Gutman 2011).
En este proceso de construcción simbólica, la prensa escrita y, especialmente, la publicidad jugaron un papel fundamental. Los anuncios y campañas publicitarias vinculados a proyectos inmobiliarios en altura enfatizaron la asociación entre los edificios altos y un futuro prometedor, materializando la idea de avance técnico, económico y social (Bonicatto, et al., 2024; Bonicatto, 2011) Así, la aparición recurrente de los rascacielos en los medios contribuyó a preparar el terreno cultural y social para su aceptación más allá de Norteamérica. Además de la potencial ganancia económica, la imagen de poder y éxito financiero asociada a los rascacielos promovería su elección como símbolo de estatus. De hecho, Buenos Aires –tempranamente– y luego San Pablo, Río de Janeiro y Montevideo fueron algunas de las ciudades, además de Estados Unidos, donde se construyó esta tipología durante las dos primeras décadas del siglo XX.
En el caso de Buenos Aires, entre fines de siglo XIX e inicios de siglo XX, su desarrollo estuvo marcado por la federalización y por la transición de ciudad a metrópolis. En búsqueda de un carácter adecuado que la representara, las reformas urbanas impulsadas desde su declaración como capital de la Nación, la transformaron, como señala Adrián Gorelik, en un "ensamble de ruinas fáusticas" (Gorelik, 2004, p. 7), una imagen que expresaba la constante renovación y adaptación de su espacio frente a los desafíos de modernización y crecimiento en continuo movimiento que, paulatinamente, derivaría en la consolidación de su imagen material, tras una serie de reformas urbanas que buscaron dotar a la ciudad de un carácter representativo y acorde a su nueva condición política (Schmidt, 2012).
El ensanche de calles y avenidas, el tendido de la electrificación, la construcción de escuelas y edificios administrativos públicos la alejaban, de a poco, de una idea de precariedad, de “ciudad efímera” (Liernur y Silvestri, 1993). Los diferentes planos y proyectos –de los cuales se llevaron a cabo unos pocos– exponían las diferentes voluntades de reforma (Novick, 2022).1 Esto dificultaba la elección de un sitio conveniente para implantar un edificio al modo de, por ejemplo, el Rockefeller Center diseñado por Raymond Hood en Nueva York (1930-1939), la Chicago Tribune Tower de Howels & Hood (1925) en Chicago o el Palacio Salvo de Mario Palanti (1923-1928) en Montevideo, ejemplos que tomaron lotes extensos ubicados sobre líneas definidas de crecimiento urbano. La decisión sobre el lugar de un edificio implicaba, además de considerar el valor del suelo, barajar las posibilidades de concreción de planes o proyectos que dependían de decisiones políticas cuyos tiempos no se acomodaban a los tiempos de obra, situación que volvía aún más especulativa la elección de un lote en la grilla porteña. Mientras que, en un inicio, los casos construidos fueron, como mencionamos, resultado de iniciativas privadas, a partir de la década de 1920 proliferaría la imagen vertical como parte de planes y proyectos que, por parte del municipio, proponían un reordenamiento urbano. La década de 1930 encontraría a la ciudad de Buenos Aires con una nueva ordenanza municipal sancionada en junio de 1928, que se vería reflejada en las siluetas de los nuevos hitos modernistas como el edificio COMEGA de Stein, Doulliet y Joselevich (1933), el SAFICO de Walter Moll (1934) el edificio Kavanagh (1936) diseñado por el estudio Sánchez, Lagos y de la Torre, con 120 metros; el edificios del MOP (1936) de Belgrano Blanco. Estos expondrían, a su vez, algo que se daba desde la década anterior: el crecimiento de las empresas constructoras y el desarrollo de estructuras de hormigón armado en altura y el avance de la industria cementera en el país (Grementieri y Shmidt, 2010).
El desarrollo de la técnica en hormigón armado en las diferentes ciudades latinoamericanas tuvo, en la mayoría de ellas, un inicio temprano. Como señalan Fernando Perez Oyuarzun, et al., (2021) para el caso chileno –y aplicable a casos como el de Argentina, Brasil o Uruguay–, “en la introducción del hormigón en Chile, a comienzos del siglo XX, se entrecruzan factores internacionales y locales. Entre los primeros, la Primera Guerra Mundial con la consiguiente escasez de hierro, y el crecimiento de la producción de cemento” (Perez Oyuarzun, et al., 2021, p. 57).2 Ahora bien, a diferencia de Buenos Aires, la verticalización urbana en Santiago de Chile fue un fenómeno incipiente y limitado en comparación con otras ciudades latinoamericanas. El proceso fue más lento, lo que se evidencia en el otorgamiento de “primer rascacielos de la ciudad” al edificio Ariztía –con una altura de 52 metros– realizado en 1921 por los arquitectos Alberto Cruz Montt y Larraín Bravo.
Durante la década siguiente, aunque Santiago no presentaba una gran cantidad de rascacielos, el Plano Oficial de Urbanización de la Comuna de Santiago de 1939, elaborado inicialmente por Karl Brunner y completado posteriormente por Roberto Humeres, constituyó una herramienta clave para regular la altura máxima permitida en las edificaciones. Este instrumento normativo fomentó una imagen coherente de modernidad sustentada en alturas homogéneas para el área central de la capital (Rosas, et al., 2015).
Al igual que en el caso de Santiago de Chile, la verticalización urbana en Montevideo durante la primera mitad del siglo XX fue un proceso gradual, marcado por la expansión física de la ciudad a través de nuevos barrios y la consolidación de áreas centrales, más que por la construcción de rascacielos (Carmona y Gomez, 1999). Así como se dio en la Argentina y Brasil, entre fines de siglo XIX y principios del siglo XX, el Uruguay atravesó un proceso de desarrollo económico impulsado por una política de carácter proteccionista que apuntaba a la modernización. Durante los dos mandatos de Luis Batlle y Ordóñez, comprendidos entre 1903-1907 y 1911-1915, Uruguay transitó un camino que sentaría las bases para la consolidación de una industria nacional apoyada por el Estado (Beretta Curi, 1978). En este contexto, la industria manufacturera uruguaya se vio beneficiada por la implementación de políticas proteccionistas que buscaban reemplazar el modelo ganadero exportador por uno más orientado a la industrialización. Paralelamente, estas transformaciones se vieron acompañadas por políticas de inmigración que propiciaron un crecimiento urbano acelerado, particularmente en Montevideo, que se consolidó como centro económico y de atracción de capitales privados. Este proceso derivó en una intensificación de la densidad en el área central de la ciudad, lo que a su vez estimuló el desarrollo de proyectos inmobiliarios de gran magnitud. Inaugurado a fines de la década de 1920, el Palacio Salvo se convirtió en el punto más alto de Montevideo durante décadas y en un símbolo de su modernidad urbana (Bonicatto, 2018). Sin embargo, la expansión vertical de la ciudad no fue un fenómeno masivo. En las décadas siguientes, predominó la tipología del "edificio de vivienda en altura", destinada principalmente a sectores medios y altos, consolidándose en zonas próximas a la Ciudad Vieja y extendiéndose hacia el norte de la ciudad (Carmona y Gomez, 1999), una expansión que el plan regulador de Mauricio Cravotto realizado en 1930 intentaría controlar (de Souza, 2017).
En este marco de transformaciones urbanas y económicas, Brasil vivió un notable auge impulsado por la industrialización y la prosperidad derivada de la producción cafetalera. Este desarrollo económico convirtió a San Pablo en un polo de atracción para inmigrantes, replicando un fenómeno que se observaba en otras grandes ciudades latinoamericanas en expansión (Almandoz, 2002). La llegada masiva de inmigrantes y la consolidación de una élite industrial fueron factores decisivos en la configuración de la nueva imagen urbana. La burguesía paulista apostó por la construcción en altura como símbolo visible de progreso y estatus, siguiendo la tendencia de otras metrópolis donde la verticalización se vinculaba estrechamente con la idea de avance técnico y económico. El ejemplo más paradigmático de esta ambición vertical fue el Edificio Martinelli. Concebido en 1922 y culminado en 1929, esta torre de 28 plantas y 105 metros de altura se erigió como el primer rascacielos de Brasil (Arêas Peixoto y Bispo, 2016). No solo representó un hito arquitectónico, sino que se convirtió en un emblema de la nueva identidad urbana de San Pablo, reflejando la aspiración de la ciudad por situarse a la vanguardia de la modernidad latinoamericana y en competencia con Río de Janeiro, capital del país. La dinámica regulatoria continuó evolucionando y, en 1941, se promulgó un Decreto-Ley que flexibilizaba las restricciones de altura máxima en determinados sectores del centro de San Pablo. Bajo esta nueva normativa, la construcción de edificios en altura quedaba sujeta al criterio y aprobación de las autoridades municipales para cada caso particular. Esta medida aceleró significativamente la verticalización del área central, permitiendo una transformación más rápida y visible en el perfil de la ciudad. Por otra parte, el "Plan de Avenidas" diseñado por Francisco Prestes Maia en 1930 fue un elemento crucial en la configuración estructural de la metrópoli (Almandoz, 2018; Sanchez Gomez, 2010).
La verticalización en Río de Janeiro fue un proceso directamente vinculado a la modernización de la capital brasileña, la búsqueda de una imagen cosmopolita y la implementación de reformas urbanas significativas. Su proceso de modernización tuvo como punto de partida las reformas impulsadas por el alcalde Francisco Pereira Passos entre 1902 y 1906. Al igual que en el caso de la Avenida de Mayo en Buenos Aires, siguiendo las reformas hausmannianas, estas intervenciones buscaron dotar a la ciudad de una imagen acorde con las capitales europeas modernas y responder a los desafíos de salubridad y funcionalidad que enfrentaba la metrópoli en ese momento (Kós, et al., 2008).3 Este proceso implicó la apertura de grandes avenidas, siendo la Avenida Central –actualmente conocida como Avenida Rio Branco– uno de los principales ejes de transformación. La creación de esta arteria no solo modificó la trama urbana y facilitó la circulación, sino que también se erigió en símbolo de una nueva etapa en la historia de Río de Janeiro. Sobre esta avenida se levantaron las construcciones, como el Jornal do Brasil (1910), que se convirtieron en los primeros indicios de una tendencia hacia la verticalización de la ciudad. En 1930, Hubert Donat-Alfred Agache fue invitado a participar en la elaboración de un plan urbanístico para Río de Janeiro. Su propuesta se centraba especialmente en la funcionalidad y la optimización de la ingeniería urbana, elementos considerados clave en el proceso de modernización (Faria Perirera, 2006). Uno de los ejes principales de la planificación de Agache era la creación de una extensa red vial, destinada a conectar de manera eficiente los distintos sectores urbanos. Además, el plan contemplaba la sectorización de los usos del suelo, organizando el crecimiento de la ciudad a partir de la diferenciación de áreas residenciales, comerciales e industriales, en línea con las tendencias internacionales de la época. A pesar de la influencia de las ideas de Agache en el desarrollo de Río de Janeiro, la implementación de sus propuestas estuvo condicionada por factores locales. La compleja topografía de la ciudad supuso un desafío para la aplicación directa de los modelos europeos, y los intereses políticos, económicos y sociales específicos de Río provocaron una adaptación de los planteamientos originales. Este proceso, conocido como "carioquización", consistió en la reinterpretación y ajuste de las soluciones urbanas propuestas por Agache, dando lugar a un modelo híbrido que reflejaba tanto la influencia internacional como las particularidades del contexto local. Un camino de Hausmann al CIAM, como señala Almandoz (2002, p. 13).
Como parte de un proceso global, la circulación de modelos, ideas y figuras arquitectónicas no puede concebirse como una simple relación de reproducción unidireccional ni como el resultado de una dependencia cultural impuesta desde una metrópoli central. Por el contrario, se trata de un intercambio complejo y dinámico entre diversas realidades urbanas. Las ideas arquitectónicas no solo circulan, sino que se transforman y enriquecen al entrelazarse con contextos propios, generando híbridos que desbordan la mera copia de modelos estadounidenses. Este proceso de mutación resulta más revelador que el simple rastreo de los orígenes, pues permite comprender las complejidades interculturales que atraviesan la adopción de una tipología arquitectónica como el rascacielos. Cualquier material contemporáneo al objeto de estudio –sea un dibujo, una lista, una fotografía– que exprese los prejuicios, valores o ideas de su época, puede ofrecer claves para identificar los cambios, variaciones y adaptaciones que experimenta una tipología para adecuarse a un entorno distinto.
De este modo, el interrogante central pasa a ser: ¿cómo fue entendido el rascacielos en las ciudades latinoamericanas? ¿Cuáles fueron las particularidades surgidas al adaptar la tipología norteamericana al contexto propio de América Latina? Es justamente en el análisis de estos cambios y transformaciones donde emergen cuestiones novedosas y sugerentes, capaces de enriquecer la comprensión sobre la historia de la verticalización urbana en la región y en las cuales este número espera colaborar.
Inaugura este dossier el artículo “La ciudad vertical desde abajo…”, en el que Dhan Zunino Singh presenta una lectura relacional de la verticalización urbana moderna a partir de las sinergias entre la edificación en altura, la infraestructura subterránea y los sistemas de movilidad. Mediante el análisis de registros visuales y planes del urbanismo moderno, examina los espacios y artefactos técnicos que configuran el “urbanismo vertical”, una categoría analítica que integra tanto el crecimiento ascendente de la ciudad como su expansión hacia el subsuelo. Al situar la circulación como principio estructurador de la modernidad, el texto explora los imaginarios y tecnologías que hicieron viable esta expansión tridimensional de la urbe.
Por su parte, Aline Coelho Sanches enriquece esta edición con su artículo “Projetar o arranha-céu na América: as experimentações do arquiteto Giancarlo Palanti da Itália ao Brasil no século XX”. El trabajo examina la trayectoria proyectual de Palanti entre las décadas de 1930 y 1960, trazando un arco desde su formación y participación en los debates sobre arquitectura moderna en Italia hasta su consolidación profesional en América Latina. La autora sostiene que fue en Brasil donde el arquitecto halló el escenario propicio para abordar el desafío compositivo del rascacielos, contribuyendo a definir la imagen de la metrópolis sudamericana. Basándose en el relevamiento de fuentes primarias y secundarias recuperadas de archivos de ambos países, el texto profundiza en dos casos paradigmáticos en San Pablo: la nueva sede del Circolo Italiano (1951) y la reformulación del edificio Conde de Prates (1952).
Desplazando la mirada hacia el interior de la vivienda moderna, Clarisa de Almeida Paulillo y Joana Mello de Carvalho e Silva exploran la trastienda doméstica en “Áreas de serviço verticais...”. Centrándose en los edificios de Rino Levi en San Pablo, el trabajo desentraña la configuración de los espacios destinados al servicio como dispositivos de ordenamiento social. A través del cruce entre proyectos, regulaciones y prácticas cotidianas, las autoras reflexionan sobre las áreas de servicio no solo como recintos funcionales, sino como escenarios donde se negocian y perpetúan las relaciones de poder, género y raza. El texto propone una lectura desde la cultura material para entender cómo estos espacios moldearon la identidad de las trabajadoras y la dinámica del hogar burgués.
En diálogo directo con esta reflexión, Renata Munhoz da Rocha y Marinês Ribeiro dos Santos presentan una investigación situada en Curitiba entre 1927 y 1972. Su artículo, “Arquitetura da Desigualdade: As dependências das trabalhadoras domésticas nos Apartamentos de Curitiba (1927–1972)”, indaga la manifestación de valores de clase, género y raza en la normativa urbana y su traducción en los planos arquitectónicos. Mediante una triangulación metodológica que cruza los Códigos de Edificación, el análisis de 89 proyectos residenciales y anuncios en la Gazeta do Povo, las autoras demuestran cómo el diseño residencial operó como una herramienta de supervisión y subordinación. El trabajo concluye que estos recintos funcionan como dispositivos espaciales que actualizan y legitiman, bajo el manto del urbanismo moderno, dinámicas sociales heredadas del régimen esclavista.
Cambiando de latitud hacia el ámbito de la ciudad de Rosario, Jimena Cutruneo traza una genealogía en clave de crecimiento vertical en “Alto en el cielo: emergencia y devenir del edificio en altura en el área central de Rosario en la primera mitad del S.XX”. La autora postula que el edificio en altura no solo fue un agente de modernización urbana, sino un laboratorio donde se condensaron complejas innovaciones disciplinares. El análisis recorre un arco temporal que inicia en 1906 con el hito inaugural de la Bola de Nieve (proyectado por Le Monnier) y atraviesa las transformaciones formales de las décadas de 1920 y 1930. El ciclo culmina a mediados de siglo, cuando la tipología se redefine radicalmente con la aparición de los edificios-galería –como la Galería César (1952) y la Galería Rosario (1953) –, los cuales introducen una nueva permeabilidad en la manzana y resignifican la experiencia del edificio multiprogramático.
El dossier concluye con un bloque de tres investigaciones centradas en los procesos de verticalización en Brasil durante la primera mitad del siglo XX. Inaugura esta sección Denise Vianna Nunes con “Ensaio sobre a gênese do processo de verticalização da cidade do Rio de Janeiro”, donde analiza la génesis de la altura en la costa carioca y sus zonas residenciales. La autora sostiene que la consolidación del apartamento moderno a finales de los años 30 fue el resultado de una compleja metamorfosis de la vivienda colectiva decimonónica. A través de un estudio comparativo, Nunes revela una dualidad socio-espacial: mientras la élite de Flamengo perpetuaba un habitus afrancesado, la clase media de Copacabana –en su búsqueda de ascenso social– abrazaba los valores estadounidenses de eficiencia y pragmatismo.
Continuando con el caso carioca, pero desde la óptica de la intervención estatal, Fernando Moreira presenta “A Verticalização do Centro do Rio de Janeiro durante a Era Vargas (1930-1945)”. El autor examina cómo, bajo la gestión del alcalde Henrique Dodsworth, se reactivaron los lineamientos del plan Agache para sustituir el tejido colonial por un orden moderno. A través de códigos edilicios rigurosos, se configuró en la Avenida Presidente Vargas un paisaje de “masas disciplinadas” afín a la ideología del régimen. El artículo demuestra cómo estas normativas instrumentalizaron la arquitectura para crear un escenario de control social y corporativismo que luego influiría en otras capitales como Porto Alegre y Recife.
Completa este recorrido el trabajo de Francisco Sales Trajano Filho, “Coqueiros de beira mar: Arranha-céus e o morar nordestino na verticalização da cidade de João Pessoa (1950-1970)”. El autor analiza el proceso de verticalización en la capital de Paraíba explorando las tensiones entre modernidad y tradición. El artículo expone la confrontación de dos modelos: por un lado, el rascacielos como ícono de progreso; por otro, la vivienda unifamiliar anclada en un “estilo de vida nordestino”, entendido como expresión de autenticidad cultural y adaptación climática. Trajano Filho sostiene que este episodio es único en la historia urbana de Brasil, ya que sometió el imaginario vertical a un filtro cultural crítico, desplazando el debate hacia la relevancia de la arquitectura frente al paisaje local.
Como cierre del número, Abril Redondi reseña Mar del Plata vertical: piqueta, construcción y progreso (2023), de Víctor Pegoraro. Redondi destaca la capacidad del autor para sintetizar la compleja transformación urbana de la ciudad balnearia, en un análisis que trasciende la historia arquitectónica tradicional. Con un tono divulgativo y riguroso, destaca las tensiones entre especulación inmobiliaria, trabajo obrero y preservación patrimonial que definieron el perfil costero marplatense. La reseña recorre los ejes del libro: desde el ciclo estacional de la construcción y el ascenso social de los trabajadores, hasta la consolidación de la 'Mar del Plata monumental' y el posterior impacto de la Ley de Propiedad Horizontal. Finalmente, subraya la pertinencia de la obra para comprender las contradicciones de una modernización donde la piqueta y la torre convivieron bajo una lógica de mercado que, a menudo, subordinó la planificación urbana a la oportunidad de negocio.
Notas
[1] Como ejemplo, el Plano de Mejoras de 1898, el Plano de alineación 1904, el proyecto de los miembros de la Sociedad Central de Arquitectos Víctor Julio Jaeschke (1904) y Enrique Chanourdie (1906) el Nnuevo Plano de Joseph Bouvard de 1909. Durante la intendencia de Carlos M. Noel, se realizó el Plano Regulador y de Reforma de la Capital Federal a cargo de la Comisión de Estética Edilicia que había sido creada por el intendente en 1923.
2 Para un panorama general sobre el uso de la técnica en hormigón armado véase Forty (2012).
3 Un panorama sobre la sociedad en la Rio de Janeiro de inicios de siglo XX puede ver se en Belle Epoqué tropical (Needell, 2012).
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Virginia Bonicatto
Arquitecta, Doctora en Arquitectura. Grupo de investigaciones sobre construcciones en Altura. Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto de Investigaciones en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HITEPAC). Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata, 47 162 (B1900). La Plata, Argentina.
virgibonicatto@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4653-7781
Juan Sebastián Malecki
Licenciado en Filosofía, Doctor en Historia. Profesor Asistente Historia Argentina 2, Facultad de Filosofía y Humanidades. Profesor de Historia de la Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad Nacional de Córdoba - Investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de Humanidades (IDH). Pabellón Agustín Tosco S/N, piso 1, 5016, Córdoba, Argentina.
j.sebamalecki@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-3699-6175
Claudio Solari
Magister en Arquitectura (Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo, Universidad Nacional del Litoral). Arquitecto (Facultad de Arquitectura Planeamiento y Diseño, Universidad Nacional de Rosario). Profesor Titular en Facultad de Arquitectura Planeamiento y Diseño, Universidad Nacional de Rosario. Riobamba 220 bis (2000), Rosario, Argentina.
arq.csolari@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-8959-6127
Publicado 1 de dezembro de 2025
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